Comentario al evangelio. Domingo de Pascua, ciclo C.
¡Ha resucitado!
Antes de la Resurrección hay oscuridad
María fue al sepulcro cuando aún estaba oscuro, no había llegado aún la primera luz del día y tampoco había llegado –para ella- la luz definitiva de la Resurrección. No sabemos si María entró o no al sepulcro, pero sí constató la ausencia del cuerpo de Jesús, y por eso echó a correr para contar lo que acababa de ver. Para ella la noticia es desastrosa: alguien se había llevado el cuerpo de Jesús, pues la piedra del sepulcro estaba movida. Pedro y el discípulo amado [se piensa que éste sea el propio apóstol Juan que evita nombrarse en primera persona pues él es el narrador corren también hacia el sepulcro para verificar este anuncio de María.
El sepulcro vacío no prueba por sí mismo la Resurrección
El discípulo que acompañaba a Pedro llegó primero al sepulcro pero en un signo de respeto y cariño hacia Pedro no entró, le esperó para que él entrara primero. Una vez dentro, lo encontraron tal y como les había anunciado María: la piedra movida y el sepulcro vacío, sin el cuerpo de Jesús. El sudario con el que habían cubierto a Jesús estaba enrollado, en un sitio aparte. ¿Habían robado el cuerpo de Jesús? Este rumor circularía desde la primera hora (Mt 27,64), pero ningún ladrón es tan cuidadoso para perder el tiempo enrollando el sudario y dejarlo bien colocado. Lo que había sucedido en ese sepulcro era otra cosa muy distinta: Jesús había resucitado como él mismo lo había anunciado. El sepulcro vacío no es sin más la prueba de la Resurrección. No creyeron en la Resurrección porque no vieran el cuerpo de Jesús. Creyeron en la Resurrección por la fe, solo por la fe grande que habían depositado en la persona de Jesús. El mismo evangelista nos dice al final del texto cómo el testimonio más perfecto que avalaba y fundamentaba la Resurrección estaba en las Escrituras. Citemos uno solo de esas anuncios que Jesús les había dirigido: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días” (Marcos 8,31). De nuevo es la propia palabra de Jesús la clave para la correcta comprensión de lo sucedido. Sí, Jesús ha resucitado. Si antes los dos discípulos no habían entendido el anuncio de María y tampoco lo habían relacionado con la Escritura, ahora, dentro del sepulcro e iluminados por la fe, ambos han entendido.
¡Corred a contarlo!
La oscuridad del inicio de esta escena, cuando María iba muy de mañana al sepulcro, se ha transformado ahora en la luz brillante del mediodía: ¡Jesús está vivo tal y como nos había dicho! No podemos acostumbrarnos a celebrar la Resurrección, ni hacerlo como una rutina, es la mayor verdad de nuestra fe. Es necesario ahora que también nosotros corramos para anunciarlo a los demás, a todos. ¡Corred! ¡Cristo ha resucitado!
Rubén Ruiz Silleras