Comentario al evangelio. Domingo 6º Pascua, ciclo C.
Esperanza en tu regreso, Señor
¿Sabor a despedida?
Es cierto que en estas palabras de Jesús hay una despedida sí, pero esta va aparejada con la promesa firme de su regreso. Es verdad que el mismo Jesús no determina cuándo será ese regreso, cuándo volverá definitivamente. Quizá lo más importante no sea saber el cuándo sino cómo debemos vivir hasta ese regreso. Y a este respecto las palabras de Jesús en este evangelio no dejan dudas: “que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Jesús, como había hecho otras veces con los suyos, también en esta hora quiere transmitir ánimo, confianza, valor. Sin Jesús, sin su presencia, sin su compañía, el miedo y la incertidumbre podrían presidir nuestra vida, pero con él todo es distinto.
El ánimo y la paz de Jesús
Junto a este aliento que Jesús da a los suyos nos encontramos con otro regalo que él les deja: su paz. Pero no cualquier tipo de paz, sino la paz del Resucitado. La paz sincera y auténtica que es capaz de derribar las resistencias del corazón humano. El “No temáis” y “la paz con vosotros” son dos elementos que están presentes en las apariciones del Resucitado. El valor frente a todo tipo de dificultades y la paz auténtica se convierten así en dos características del discípulo de Jesús.
El don del Espíritu Santo
Sí, la paz, el ánimo, son palabras consoladoras de Jesús, pero cuando él ya no esté ¿cómo sentir entonces su presencia? Jesús promete a los suyos que, cuando él se marche, su presencia será sustituida por el Defensor, por el Espíritu Santo, que es un don del cielo y que lo enviará Dios a los hombres. Este Espíritu tendrá (tiene) una gran misión: evitar que los creyentes olvidemos la memoria, el mensaje y la persona de Jesús. Él hace presente en la historia de los hombres, en cada generación, todo lo que Jesús hizo y enseñó.
Guardar y poner en práctica la Palabra de Jesús
Además de acoger el Espíritu de Jesús, otra forma para el creyente de hacer presente a Jesús en su vida será guardar su palabra. Quien guarde su palabra, dice Jesús, será aquél que realmente le ame. Como respuesta Dios amará a esa persona y hará morada en su vida. No se trata tanto de un saber intelectual cuanto de un poner en práctica la palabra que Jesús nos ha enseñado. Pero, previamente, y esto es lógico, para ponerla en práctica necesitamos conocerla. Por eso habremos de regresar, una y otra vez, a la Palabra de Dios, a su lectura, a su meditación. Y luego a la acción. A hacer realidad lo que ella contiene en nuestras vidas. Esta partida de Jesús a sus discípulos, a nosotros, no nos puede dejar tristes. Al contrario, avivamos nuestra esperanza en el regreso del Señor. En el hoy de cada día y al final de la Historia. Mientras tanto, su presencia, a través de su Espíritu y de su Palabra nos acompaña cada día.
Rubén Ruiz Silleras