Comentario al evangelio. Domingo 3º Adviento, ciclo A.
El pequeño más grande
Juan, encarcelado, no ha perdido la fe
El Precursor, Juan el Bautista, es el protagonista del evangelio de este domingo. Y lo es no por él mismo, sino por la misión que desempeña. Porque, en realidad, Juan solamente es la voz que anuncia la palabra de vida, que es Cristo. Pero sin la voz de Juan muchos no habrían conocido a Jesús. Por tanto fijémonos en Juan. El punto de partida de este evangelio no es fácil para Juan, él está en la cárcel. Y sin embargo no ha perdido la esperanza. Si hubiera tirado ya la toalla y se creyera derrotado nunca habría mandado una embajada de discípulos para que le preguntaran a Jesús: ¿eres tú realmente el Mesías? Y esta situación vital de Juan ya es extraordinariamente aleccionadora. Nos indica que aún estando en una situación absolutamente difícil (cárcel, enfermedad, crisis...) aún puede quedar lugar para la esperanza y para la fe.
Jesús se define así mismo por sus obras
La respuesta de Jesús es igualmente luminosa. Nuestro Señor es humilde. Podía haber respondido a la pregunta que le formulaban respondiendo categóricamente que sí, que él era el hijo de David, el Mesías y arguyendo su condición divina. Sin embargo Jesús responde diciéndoles: “Mirad, mirad mis obras”. Esta actitud humilde de Jesús nos recuerda esa misma humildad del propio Juan el Bautista cuando, en otra ocasión, unas personas llegaron hasta él para preguntarle si era el Mesías, Juan también rechazó todo protagonismo, pues él sabía que solo era una llama que preparaba la venida de la Luz: “yo no soy el Cristo” (Jn 1,20). Las obras de Jesús hablan por él mismo y nos remiten directamente al poder que viene de Dios. Estas obras de salvación, había profetizado ya Isaías, caracterizarían los tiempos mesiánicos. Tiempos que han llegado en Cristo. Anuncia el Evangelio, pero también toca a los ciegos, a los sordos… Obras y palabras. Será otra constante que nos quiere enseñar el Evangelio de Mateo: nuestras palabras como cristianos tienen que ir acompañadas necesariamente, del testimonio de nuestras obras.
No confundir al siervo con el Señor
Juan no es el profeta de lujo, que está en la corte y que se dedica a halagar los oídos de los reyes y los poderosos. Juan es el último profeta y el mensajero elegido por Dios para preparar el camino a Cristo. Por eso goza de una altura y significación especial. Sin embargo, la misión de Juan y de Cristo son de naturaleza bien distinta, por eso el propio Jesús deja constancia que cualquiera que ha entrado en el Reino tras sus huellas es más grande que Juan. Sin embargo, es mucho lo que podemos aprender del Bautista: su esperanza, su humildad, la entrega de su vida a la causa de Dios, su fe en Jesús… Juan es el camino para llegar a la meta que es, siempre, Jesucristo.
A él sea la gloria por siempre. Amén.
Rubén Ruiz Silleras