Comentario al evangelio. Domingo de Ramos

El Domingo de Ramos es el verdadero pórtico para la Semana Santa. Una Semana Santa muy singular: Con unas Iglesias vacías, sin oficios sagrados y con unas calles silenciosas, sin el sonar de las trompetas y el ruido de los tambores. Este dato hay que tenerlo muy presente en estas páginas. El pueblo fiel no puede salir de casa, pero muchos pueden leer a través de los medios que hoy nos ofrece la técnica. La liturgia de este día nos presenta un evangelio de la pasión como la mejor ambientación para la celebración del Triduo Santo. Por eso una lectura pausada, con verdadera devoción, es la mejor homilía del día. El evangelio de Juan se reserva siempre para el Viernes Santo. Y los otros tres se van turnando.

En este año nos corresponde el evangelio de Mateo. Creo que es importante señalar lo peculiar de este evangelista en la Pasión del Señor.

La pasión de Jesús según San Mateo.

1.- Conciencia de Jesús de que va a la pasión

En Marcos, el relato comienza con la confabulación de las autoridades para matar a Jesús. Sin embargo, Mateo introduce unas palabras del Señor que demuestran su conocimiento de lo que va a ocurrir:” El hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado” (Mt. 26,2). Este detalle es fundamental para comprender el sentido de la pasión y muerte de Jesús. No se trata de algo que a Jesús le ocurre sin darse cuenta. Es consciente de lo que va a pasar. No le pilla de sorpresa. Lo tiene asumido. Nosotros ahora estamos pasando por situaciones muy duras: estamos privados de libertad para transitar nuestras calles, para ir al campo etc. Y todo lo debemos asumir con tal de vencer al enemigo común: el coronavirus. Y tenemos presentes a los enfermos contagiados, a los héroes de la salud que están arriesgando sus vidas, a los que están corriendo un riesgo mayor y, sobre todo, a nuestros queridos difuntos. Y esto lo demos asumir uniendo nuestro sufrimiento al de Cristo, nuestro hermano, que nos invita, desde su propia experiencia personal, a confiar en un Padre que lo sabe todo y quiere para todos, para mí y también para vosotros, lo mejor.

2.- Traición de Judas Judas vende a Jesús (26,14-16).

Este episodio adquiere matices muy importantes en Mateo. Según Marcos, Judas acude a los sumos sacerdotes para entregarlo, pero no pide una recompensa por ello; son los sacerdotes quienes se ofrecen a darle dinero. En Mateo, Judas busca desde el comienzo una recompensa: “¿Qué estáis dispuestos a darme? Y los sacerdotes fijan en treinta monedas de plata” (Mt. 26,16). San Mateo quiere dejar claro que el dinero y el poder suelen ir juntos. Y el dinero en manos de los poderosos causa verdaderos estragos. Por afán de dinero, se tortura, se secuestra, se llega a la corrupción, se compran niñas para la prostitución, incluso se mata, aunque sea al mismo Hijo de Dios.

3.- Oración de Jesús en el huerto.

En un primer momento, las palabras de Jesús son: «Padre, si es posible, que se aleje de mí este cáliz. Sin embargo, no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (Mt. 26,39). En el segundo momento, las palabras de Jesús cambian: «Padre mío, si no es posible que pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad» (Mt. 26,42). En el primer caso, parece que Jesús todavía entrevé la posibilidad de verse libre de la muerte: «si es posible». En el segundo, parece más consciente de que no cabe otra solución: «Si no es posible, que se haga lo que Dios quiera” “Si es posible…” Contra el sufrimiento y el dolor que nos aqueja en estos días hay que luchar con todas nuestras fuerzas, mientras sea posible. Pero como por naturaleza somos limitados y mortales, llega un momento en que ya no es posible evitar la muerte. Entonces sólo cabe “abandonarse en manos de Dios”. Y esto lo solemos hacer con una sencilla frase: “Que sea lo que Dios quiera”. Indudablemente, los evangelistas han querido reflejar en esta oración de Jesús la actitud que debemos tener en los momentos difíciles de nuestra vida. En el fondo de todo esto queda un misterio incomprensible: el de la voluntad de Dios, que no encaja fácilmente con nuestros gustos, ni siquiera con los de Jesús. Esto puede llevarnos a la idea de un Dios cruel, que se complace en el sufrimiento y la muerte de Jesús. Esta idea puede aparecer en estos días tan trágicos.  La verdad es muy distinta. No se trata de que a Dios le complazca el sufrimiento y la muerte de Jesús, sino que Jesús debe identificarse plenamente con nuestro destino. El sufrimiento y la muerte son hechos inevitables en nuestra vida. Todos, en mayor o menor medida, sufrimos. Y todos tenemos que pasar por el trago de la muerte. En estas circunstancias, si Jesús no hubiese pasado la misma experiencia, nunca podría habernos comprendido plenamente, y nunca nos sentiríamos identificados con él. Y no le consideraríamos como nuestro hermano que, precisamente en el sufrimiento aprendió lo que cuesta ser hombre. En este sentido es necesaria la muerte de Jesús, y sólo en este sentido la quiere Dios. La mejor manera de aliviar nuestros sufrimientos es sufrir con nosotros, solidarizarse con nuestro dolor. Nunca podremos achacarle que “no conoce nuestras calamidades”. Las ha hecho suyas, ha cargado con ellas, ha muerto en una Cruz.

4.- La no violencia. Es propio de Mateo hacer una defensa de la no-violencia. Para entender bien este texto hay que tener presente un texto famoso del A.T. En el capítulo siete del libro de Daniel hay una cosmovisión: Del mar salen cuatro bestias a la playa de la vida y cada bestia se come a la anterior y es cada vez más feroz. Aparece sobre el cielo un “anciano, con vestidos blancos como la nieve, y se sienta con los libros en la mano”. Y después vio venir sobre las nubes del cielo una figura con aspecto de hombre al que se le dio todo poder. Interpretación: Las cuatro bestias son los cuatro reinos que iban a venir: el imperio babilónico, el imperio medo, el persa y el de Alejandro Magno. Reinos teñidos de sangre, destrucción y muerte. El anciano sentado con los libros en la mano es Dios que dice: esto no puede seguir así. Debe haber una solución. Y esa figura con rostro humano, será el futuro Mesías, el que luchará contra lo bestial que hay en cada hombre o mujer, y dará a este mundo “un verdadero rostro humano”. En medio del sufrimiento y dolor de tantos hermanos nuestros, hay gente maravillosa que está arriesgando su vida para dar vida a otros. Todas estas personas “están dando rostro humano” a la tragedia. Y se merece no sólo nuestro aplauso a las ocho de la tarde, sino nuestro agradeciendo a lo largo de toda nuestra vida. En el huerto de los olivos, Pedro sale en defensa de Jesús, “y le corta la oreja al criado del Sumo Sacerdote. Jesús le dice: “Mete tu espada en la vaina, pues el que a hierro mata a hierro muere” (Mt 26,51-52). Jesús sabe que la violencia genera violencia y eso no soluciona nada. Contra la violencia hay otro camino: el de la no violencia, el de la resistencia pasiva, el de la paz. No es ahora el tiempo de discutir, juzgar, criticar. Eso puede venir después. Ahora es tiempo de unirnos todos en una sola dirección: acabar con esta plaga que amenaza a toda la humanidad.

5.- La importancia de los sufrimientos morales.

Mientras Mateo no se detiene en describir los mayores sufrimientos físicos de Jesús (flagelación, crucifixión), sí presta mucho interés a los llamados sufrimientos morales: las burlas, las mofas, el desprecio… Y es que cuando duele el cuerpo duele una parte: me duele la cabeza, el estómago, los dientes. Cuando duele el alma duele todo. Y a Jesús le dolía el cuerpo y el alma. Mucho sufrimiento físico en estos días, pero no menos sufrimiento moral: no poder besar, abrazar, a las personas que amamos. Y no poder despedir a nuestros seres queridos. María, su madre, estaba sufriendo en el alma lo que el hijo sufría en el cuerpo. Y hubiera deseado ponerse ella en la Cruz, en lugar del Hijo. La Virgen es madre de Jesús y Madre nuestra. Ella sabe más que nadie de sufrimiento al pie de la cruz. Hoy sigue sufriendo por todos nosotros que somos sus hijos y estamos sufriendo tanto.

6.- Las tentaciones de Jesús en la Cruz.

En las tentaciones de Jesús al inicio del Evangelio, el Evangelista Mateo comienza siempre con un estribillo que viene del diablo: “Si eres hijo de Dios…” Es la tentación de aprovecharse de su situación para jugar con ventaja en este mundo. Si eres hijo de Dios no tienes por qué ir a comprar el pan a la panadería. Puedes convertir las piedras en panes. Y Jesús vence la tentación afirmando que es hijo de Dios y también hermano de todos los hombres. Y el “ser hombre” lo quiere llevar hasta el final. Y así puede de verdad ser hermano nuestro. Los hombres y mujeres de este mundo se ganan el pan “con el sudor de su rostro”. Yo no quiero ventajas. Si eres hijo de Dios… no tienes por qué someterte a una ley de gravedad. Te puedes tirar de lo más alto del alero del templo y los ángeles te recogerán, como está escrito. Y Jesús dice: Si un hombre o una mujer se tira de ahí, se rompe la cabeza. Y como yo quiero ser igual que los demás y no me quiero romper la cabeza, no me tiro. Yo no quiero vivir de milagros. Ni quiero ser un Mesías triunfalista. San Mateo pone esa misma frase en las tentaciones de Jesús en su pasión: «Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz». Pero Jesús, lejos de bajar de la Cruz, va a permanecer en ella sufriendo todo tipo de vejaciones: «Si es el Rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él». Lo tienen por mentecato, iluso, pretencioso. Y todavía peor: se meten en sus sentimientos religiosos más íntimos: «¡Había puesto en Dios su confianza! Si de verdad lo quiere Dios, que lo salve ahora, ya que decía que es Hijo de Dios». Es lo que más le duele a Jesús: que se metan con Dios, su Padre y su íntima relación con Él. Pero Jesús acepta todo y calla. Ya hablará el Padre resucitándolo de los muertos. Jesús era Hijo de Dios y se complicó la vida haciéndose hombre. Y apuró la copa del dolor, sin concederse la más mínima ventaja. Él nos comprende mejor que nadie. Es nuestro hermano, es de nuestra misma raza.

7.- Suicidio de Judas

Esta escena es exclusiva de Mateo. El evangelista quiere subrayar alguna cosa: la inocencia de Jesús, reconocida por el mismo que lo traicionó (v.4). También es aviso para navegantes: Si Judas, a pesar de ser discípulo, uno de los doce, acabó mal; yo por más cristiano, religioso, sacerdote u Obispo que sea, puedo también acabar mal.

8.- La mujer de Pilato.

Como detalle propio de Mateo tenemos la misiva de la mujer de Pilato, que pone de manifiesto la revelación que tiene esta mujer pagana de la inocencia de Jesús, pero que no tendrá repercusión alguna en los sucesos posteriores. No cabe duda de que este detalle de la mujer de Pilato queriendo librar a Jesús es un detalle más de la presencia cariñosa de la mujer, aunque sea pagana, en la muerte de Jesús. Y recordar el papel fundamental de las mujeres en la muerte de Jesús.

9.- La palabra de Jesús en la cruz

Parece como si en su alma ocurriese lo mismo que en el exterior. Una tiniebla profunda desde la hora sexta hasta la nona (desde la doce del mediodía hasta las tres de la tarde). Jesús pronuncia estas palabras misteriosas: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» ¿Qué sentido tienen en su boca?  Lo más probable es que Jesús estuviera pronunciando el salmo 22 un salmo que habla de los más terribles sufrimientos, pero que termina en un canto de victoria. Por eso, el “abandonado de Dios” termina “abandonándose en Dios”.

10.-El grito de la Cruz

San Mateo, siguiendo a Marcos, considera el grito de Jesús al momento de morir como una prueba de su poder. Una persona que lleva horas colgada en una cruz, respirando dificultosamente, no puede pegar un grito. Por eso, el centurión, al ver que Jesús muere de esa forma, dice: «Verdaderamente, este hombre era hijo de Dios». Según Marcos, al morir Jesús tiene lugar un portento: «la cortina del santuario se rasgó en dos de arriba abajo». Es el símbolo de un mundo que termina, de que lo invisible se hace visible. En Mateo la muerte de Jesús va a ser una auténtica teofanía, una manifestación tremenda de poder en dos ámbitos: en la naturaleza, con el terremoto y las rocas que se rajan; en el ámbito de los muertos, donde muchos cuerpos resucitan y se aparecen más tarde en la ciudad santa. El grito de Cristo en la Cruz no es grito de desesperación sino “grito de parturienta” que alumbra una nueva vida. A pesar de todo tenemos que vivir con esperanza. Ningún invierno, por duro, frío y terrible que sea, puede impedir el paso a la primavera, Y la primavera vendrá con la pascua.

¡CRISTO RESUCITARÁ ¡ALELUYA!

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