Comentario al evangelio. Domingo 24º Ordinario, ciclo A

1.-La importancia del perdón en las primeras comunidades.

La importancia del perdón en las comunidades primitivas está motivada por la importancia que le dio Jesús. Lo afirma en el Padre Nuestro: “Lo mismo que el pan es necesario para vivir, el perdón es necesario para “convivir” (Mt.6,12).  Lo exige para poder celebrar la Eucaristía: “Si al tiempo de presentar tu ofrenda ante el altar caes en la cuenta de que tu hermano tiene algo contra ti, deja la ofrenda y vete a reconciliarte con él” (Mt. 5,23-24).  Y sabemos que Jesús se muere perdonando a los que lo están asesinando” (Lc.23,34).  Jesús sabe que somos frágiles, débiles, y vamos a caer. ¿Cómo poder levantarnos? Con nuestra capacidad de perdonarnos. Pero esta capacidad de perdonarnos no es posible si Jesús no va por delante. La comunidad primitiva ha quedado impactada por el comportamiento de Jesús que perdona y excusa a sus propios asesinos. ¿Cómo no le vamos a imitar, aunque sea de lejos?

2.– El perdón de Pedro es grande, pero insuficiente.

Los rabinos más generosos del tiempo de Jesús, hablaban de perdonar las ofensas hasta cuatro veces. Pedro se siente mucho más generoso y añade otras tres. Siete era ya un número que indicaba plenitud, pero Jesús quiere dejar muy claro que no es suficiente, porque todavía supone que se lleva cuenta de las ofensas.  La frase del evangelio «setenta veces siete» no podemos entenderla literalmente; como si fuera el resultado de una operación matemática: 70 X 7=490. Jesús no hace uso de las operaciones de la razón sino del corazón. A Jesús, Pedro le pide una medida para el perdón. Y Jesús le contesta que hay que perdonar sin medida.  Y esto es lo que Jesús está viviendo en su corazón con relación a nosotros. Por eso es un error grave que, a la hora de perdonar al hermano, yo me fije en la persona que me ha ofendido y no me fije en Jesús. Por ese camino no encontraré salida.  Tengo que fijarme en el perdón de Dios, en cómo me ha perdonado Dios a mí. Y a eso va la parábola. El perdón incluso a los enemigos, como lo pide Jesús, es algo no sólo difícil sino imposible para nosotros. Es obra de su gracia.

3.– El perdón de Dios es tan inabarcable como su amor.

La clave de la parábola está en la enorme diferencia de las cantidades. Unos pocos euros comparados con millones de euros. La enormidad en el perdón es de Dios; la tacañería en el perdón es de los hombres.  En realidad, Dios no puede dejar de perdonarnos como no puede dejar de amarnos. Por eso, cuando Dios nos perdona nos sana del todo; mientras en el perdón humano siempre quedan cicatrices. A los judíos les costó muchísimo entender ese amor perdonador de Dios. Por eso, aún en la misma parábola hay resabios de una mentalidad judía, ajena al pensamiento de Jesús. Es imposible que sean de Jesús las últimas palabras de la parábola: “El Señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda”. No coincide con lo que nos ha dicho antes de que Dios nos perdona todo, sin pedirnos nada a cambio. En la predicación de las parábolas durante más de 40 años, o en la última redacción del evangelista se han metido -a veces- algunos elementos vetero-testamentarios que distorsionan la auténtica parábola de Jesús.

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