Comentario al evangelio. Domingo 29º Ordinario, ciclo A

1.– El único Dios de todos los pueblos.

       Lo reconocen hasta los enemigos, los que van a poner una trampa a Jesús: “No miras lo que la gente sea”.   La mirada del hombre se centra  en las apariencias, en la religión que practica o en el  grupo social al que pertenece. A Jesús no le importa si uno es romano o judío; si es herodiano o fariseo. La mirada de Jesús es más profunda: descubre que toda persona humana está hecha a imagen y semejanza de Dios. Ese es su documento de identidad, su ADN más profundo. Cuando unos misioneros dejan su patria, su familia, sus amigos, no van como una ONG. Van a ayudar a aquellas gentes a  que descubran  su dignidad,  esa imagen de Dios escondida en su corazón. Y, a partir de ahí, a ofrecerles lo mejor que llevan en su corazón:  la fe en Jesucristo, la Imagen perfecta de Dios.

2.– “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

      “La pregunta  de si es lícito pagar al César o no” no es una pregunta inocente, es  una trampa y está llena de malicia. si decía que no había que pagar el tributo al César, se declaraba en contra de Roma, y por lo tanto los herodianos lo podían acusar de subversivo. Si contestaba que sí, los fariseos podían acusarlo de contrario al judaísmo, porque se ponía en contra del sentir religioso del pueblo, que estaba convencido de que el único señor era Dios y que ningún judío podía aceptar otro soberano. La respuesta inteligente de Jesús les descoloca. En la moneda pedida por Jesús se veía la inscripción: «Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto». Lo que se cuestiona es, si un judío tiene que aceptar la soberanía de una nación extranjera o seguir teniendo a Dios como único soberano. Jesús les desenmascara su hipocresía al aceptar en la práctica, en los asuntos económicos, en sus propios bolsillos, un Dios que no es el suyo. ¡Por favor! Devolved al César lo que es suyo: su imagen, su divinidad. Y vosotros, “dad a Dios, vuestro Dios, lo que le pertenece”.

3.– La gran pregunta: ¿De quién es esa imagen? 

      Dios a cada uno de nosotros nos ha dado una imagen bonita, transparente, delicada, armoniosa. Es la misma imagen de Dios,  pero no pintada o esculpida, sino reflejada. Para que Dios se refleje, tiene que estar ahí. ¿Qué hemos hecho de esa imagen? Con nuestro comportamiento, ¿revelamos o velamos el rostro de Dios? ¿Lo manifestamos o lo ocultamos? En estos tiempos de crisis de fe se nos invita a salir. Todos debemos ser misioneros. Pero, ¿a salir de dónde? Porque los discípulos salieron del Cenáculo, enardecidos por el  fuego del Espíritu. Su corazón “ardía por dentro”. Por eso sus palabras eran ardientes, entusiastas, quemantes. Se ha dicho que los tiempos de crisis, son los mejores para la verdadera fe. También había crisis en tiempos de Santa Teresa. “Está ardiendo el mundo”. ¿Qué hacer? Y contesta la Santa: “Voy a llenar eso poquito que hay en mí”. Llenemos de fe y amor lo poco que somos y pronto el mundo lo notará. “A la crisis de Dios, sólo se responderá con la pasión por Dios (J.B. Metz).

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