Comentario al evangelio. Cristo Rey, ciclo A.
1.– En el Juicio final, lo van a pasar mal los “MIOPES”.
Los miopes son todos los que pasan por la vida sin ver a las personas que sufren, que pasan hambre, que están desnudos, que son emigrantes, que están enfermos o en la cárcel. Todos éstos, tenían tanto trabajo, tantas ocupaciones, tantos negocios personales… que ni se dieron cuenta que existían otras personas en el mundo. Y es que el mundo era “su mundo”. Y si no vieron a estas personas, mucho menos al Señor que estaba dentro de ellas. Por eso, cuando el Señor les echa en cara que no le vieron, ellos, sorprendidos, le dirán: Señor, ¿Cuándo dejamos de verte? Y el Señor les responderá: Precisamente ahí está vuestro pecado: que no me visteis. Siempre que pasasteis de largo delante de esas personas, dejasteis de verme a mí porque ellos eran mi casa, mi hogar donde yo moraba, y vosotros creíais que mi casa estaba lejos, allá en el cielo.
2.– En el Juicio final habrá sustos.
Sustos los tendrán todos aquellos que habían acumulado muchos méritos: Nunca habían faltado a una Misa; ni habían dejado de cumplir todos los ayunos y abstinencias en Cuaresma; ni habían dejado de encender un buen cirio a la Virgen siempre que acudían a algún Santuario mariano. Incluso habían acudido a las peregrinaciones que se organizaban con motivo de los Jubileos. El problema estuvo en que todas esas asignaturas que se habían estudiado, no entraban en el examen final. El Maestro principal lo había reducido todo a la asignatura más esencial: La asignatura del amor concreto al hermano. “En la tarde de la vida se os examinará sobre el amor”. (San Juan de la Cruz). Por eso quedaron descolocados.
3.– Pero, sobre todo, en el juicio final, habrá sorpresas.
No olvidemos que en este Juicio final, se reunirán todas las naciones. Habrá cristianos, pero la mayoría no lo serán. Y habrá de otras religiones, y otras gentes que no han tenido oportunidad de conocer a Jesucristo. Pero el que va a juzgar a todos es el Padre de todos, ese Padre bueno que “hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos y pecadores” (Mt. 5,45). Los apóstoles, preocupados por el más allá, le preguntan a Jesús: ¿Cuándo sucederá eso? Y Jesús responde: “Es algo que se ha reservado el Padre” (Mt.24,36). En esta vida un padre que ha tenido a un hijo muchos años lejos de casa, cuando llega ese hijo, no cede su puesto ni permite que le quiten la delantera. El primer abrazo no se lo quita nadie. Todos somos hijos de un Padre maravilloso y quiere sorprendernos a todos con un derroche de cariño. Pensad en el hijo pródigo. “Lo ve de lejos y corre a abrazarlo, le pone ropa nueva, y lo empuja a la fiesta” (Lc. 15,24). A nosotros no nos van a juzgar los hombres. ¡Menos mal! Nos juzgará nuestro Padre Dios, ¡Qué alivio!