Comentario al evangelio. Domingo 4º Ordinario, ciclo B

1.– LA SINAGOGA. 

       Sinagoga, en hebreo, significa punto de reunión, cita, asamblea.  Allí no se podía celebrar sacrificios. Éstos se conservaban para el templo de Jerusalén. En Cafarnaúm, Jesús se presenta en la casa de oración insertándose así en la vida religiosa del pueblo. La sinagoga era el lugar de culto que, después del exilio, se habían difundido por los centros y aldeas. Eran suficiente 10 miembros para construir legalmente una sinagoga. Lo curioso del caso es que allí en la sinagoga “estaba un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar”.  Sin duda que este hombre se les “coló” a los judíos ya que les distraía en la oración. Al que no molestaba era a Jesús, que no podía ver sufrir a nadie. En este evangelio de Marcos, y puesto en el capítulo uno, este episodio tiene una fuerte carga simbólica. Las instituciones religiosas: Sinagoga, Ley, doctores…no son capaces de liberar al hombre de sus esclavitudes más profundas.  El hecho de que aquel hombre “se retuerce, “grita”, “increpa”, significa el poder terrible del mal. En el hombre, en todo hombre, el poder del mal es tan fuerte que no le deja al hombre ser hombre. Pero Jesús es más fuerte que el fuerte. Por eso, con Jesús las fuerzas del mal tienen que ceder. No olvidemos que estamos en la Sinagoga, lugar de oración. De ahí precisamente nos debe venir la fuerza para erradicar de nosotros nuestras esclavitudes y poder gozar de la libertad de los hijos de Dios. 

2.– SE QUEDARON ASOMBRADOS. 

       Sin capacidad de admiración, de estupor, de asombro, no puede calar en nosotros la “buena noticia de Jesús”. Cada día escuchamos la Palabra del Señor, cada día celebramos la Eucaristía, pero lo hacemos con tanta rutina, con tanta frivolidad, que no sucede nada en nosotros. Y pasan días, meses, años y no notamos ningún avance espiritual. La sorpresa de aquellas gentes sencillas les venía de que Jesús hablaba con “autoridad”. Siempre ponía la vida por delante. Jamás hablaba de lo que antes Él no había experimentado. Primero hacía, practicaba, vivía… y después hablaba. Por eso sus palabras eran, como decía Santa Teresa, “palabras heridoras”. O, como decían los discípulos de Emaús: “llevaban fuego”. Debemos aprender de Jesús a hablar con “autoridad”, con la fuerza del testimonio.

3.- ¿QUÉ ES ESTO? 

        En el evangelio de Marcos, tan pronto como Jesús inicia su ministerio público, la gente se pregunta: ¿Qué es esto? ¿Qué doctrina es ésta? ¿Quién es éste? Jesús es alguien que, por donde pasa, levanta preguntas entre la gente. Unos le odiarán de muerte, pero otros le seguirán entusiasmados.  A nadie dejará indiferente. ¡Qué importante es esto en nuestros días! Para muchos de nuestros contemporáneos no sólo ha muerto Dios para ellos, sino que ha muerto en ellos la pregunta sobre Dios. Y se cumple lo que ya decía A. Machado: “Bueno es saber que los vasos nos sirven para beber. Lo peor es que no sabemos para qué sirve la sed”. Esa sed de verdad, de amor, de infinito, de trascendencia, que Dios ha puesto en el corazón humano, ya no sirve para despertar en nosotros el deseo de Dios. La Catequesis de hoy tiene que cambiar. Hace falta que los cristianos vivamos de tal manera que levantemos preguntas entre la gente apartada. Y cuando nos pregunten, podremos contestar desde nuestra experiencia. Con humildad, con todo respeto, pero también con toda verdad, podremos decir: «A mí con Dios la vida me parece fantástica. Vivo con ilusión, con alegría, no me hundo ante los problemas, la vida tiene para mí otro color y otro sabor. Es mi experiencia personal. ¿Y tú, por qué no pruebas?  ¿De verdad que así te sientes feliz?

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