Comentario al evangelio. Domingo 5º Pascua, ciclo B

 1.– YO SOY LA VERDADERA VID. 

Si dice Jesús que Él es la vid “verdadera” es que ha habido antes otra vid que no era la auténtica. En efecto, ya Isaías nos habla de un canto de amor de Dios a su pueblo. Y ese pueblo estaba significado por la viña (Is. 5,1-7).  En el frontispicio del Templo de Jerusalén había una hermosa vid para significar a Israel. Este canto de gozo y de esperanza por parte de Dios, pronto se convirtió en canto de decepción. “esperó uvas y le dio agrazones” (v.2). Es la trágica historia de un pueblo elegido y mimado por Dios y, sin embargo, no supo responder con amor sino con ingratitud.  Ese pueblo no era la vid verdadera.  Ahora la vid no va a ser un pueblo sino una persona: la persona de Jesús, la verdadera Vid.  Y esta nueva Vid dará el fruto que al Padre le agrada. Ahora este Viñador sí que puede soñar y cantar y danzar. “Jesús es el Hijo en quien el Padre ha puesto todas sus complacencias” (Mt. 3,17). 

2.– SIN MI NO PODÉIS HACER NADA. 

Jesús es tajante. No dice: sin mí podéis hacer poco. Sin Jesús no podemos hacer nada. A veces los cristianos hemos convertido el evangelio en un compromiso ético. Hemos puesto la esencia de la vida cristiana en el trabajo, el esfuerzo, el mérito.  Los cristianos nos hemos atrevido a todo: hasta hacer un cristianismo sin Cristo. Es verdad que podemos sembrar, labrar, regar, recoger. Pero nunca debemos olvidar que las plantas crecen con la caricia del sol, de la lluvia, del aire. Es decir, con la caricia de Dios. Lo importante es estar unidos a Cristo como los sarmientos a la vid. Que corra por nuestras venas la savia divina y así podemos esperar frutos.  La gloria, el orgullo del Padre es que demos frutos, frutos de caridad. Cuando estamos unidos unos con otros y todos con la vid, que es Jesús, el mismo Padre se emociona y dice: ¡Pedid lo que queráis!

3.- UNIDOS A CRISTO, NUESTRA VERDADERA VID, CANTEMOS EL CANTO QUE AGRADA AL PADRE. 

“Voy a cantar” (Is. 5,1). Estamos acostumbrados a ver a un Dios hablando, predicando, caminando, llorando. Pero no nos imaginamos a un Dios “cantando”. Nos preguntamos: ¿quién canta? Es el mismo Dios. ¿Qué canta? Dios sólo sabe cantar un tipo de canciones: las canciones del amor. ¿A quien canta? A su pueblo. En el A.T. al pueblo de Israel. Ahora su pueblo es Jesús y los que están unidos a Él. ¿En qué tono canta? En tono mayor y en tono menor. En tono mayor cuando “permanecemos en Él” y estamos todos unidos como los sarmientos con la vid. Pero también canta en tono menor, cuando en vez de uvas damos agrazones. El agrazón es la uva que no ha madurado. Le duele a Dios que nos quedemos a la mitad del camino, que no lleguemos a la plenitud, que no cumplamos los sueños que, desde toda la eternidad, Él tenía sobre cada uno de nosotros.

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