Comentario al evangelio. Domingo 3º ordinario, ciclo C.

      1.– En este sermón programático de Jesús en la sinagoga de Nazaret, es bueno lo que nos anuncia: AÑO DE GRACIA. En el texto de Is. 61.1 al que se refiere Jesús, aparece un Dios desplegando todas las posibilidades del hombre: capacidad de ver, capacidad de sanar, capacidad de liberar, capacidad de dar buenas noticias a los pobres. El Año de Gracia se refiere al Jubileo que los judíos celebraban cada cincuenta años y donde los pobres podían recuperar sus antiguas posesiones y, con ellas, el derecho a ser personas. Se perdonaban las deudas y los esclavos recuperaban su libertad (Lev. 25,10). Jesús, al elegir este texto como programa de su vida nos está indicando el deseo que tiene de que no vivamos esclavizados, de que los bienes de este mundo estén bien repartidos, de que cambie la situación de los pobres y oprimidos. La razón última es porque el Dios que nos revela Jesús es un Dios Padre de todos y quiere que todos sus hijos vivan felices. Mientras sigamos pensando que Dios me ama porque soy bueno, nadie nos convencerá de que debemos amar al que no lo es. Si llego a descubrir que Dios me ama sin merecerlo, y a pesar de lo que soy, y que no me tiene en cuenta mis pecados ya perdonados, tal vez podríamos entrar en la dinámica del amor que Jesús predicó, cuya misión consiste en ser «buena noticia» para todos. Qué bien describe y resume el libro de los Hechos (10,38) el paso de Jesús por este mundo: “pasó por la vida haciendo el bien” No dijo pasó sin hacer mal a nadie, sino “haciendo el bien a todos”. Y éste debe ser el programa de todo cristiano.


        2.– En este sermón programático de Jesús en la sinagoga de Nazaret, es todavía mejor lo que deja por decir. El texto de Is. 61, 1-2 termina así: “Año de gracia y año de venganza de nuestro Dios”. Pero Jesús, intencionadamente, al leer año de gracia, hace un corte y entrega el libro al sacristán. Los oyentes que se saben el texto de memoria, protestan. Al final del capítulo aparece que lo querían despeñar (Lc. 4,29). Este corte es tan importante que nos va a dar la pauta para entender el Antiguo Testamento a partir de Jesús. Los paisanos no pueden aceptar un Dios que no hable de ira, de castigo, de venganza. ¿Adónde vamos con un Dios que sólo habla de amor, de gracia y de misericordia? Es la línea del recalcitrante Jonás que desea que Nínive quede destruida después de su predicación. Pero “los pensamientos de Dios no son como los nuestros” (Is. 55,8). En el A.T. hay dos líneas: una convergente y otra divergente. Todo lo que converge a Cristo y pasa por el Monte de la Bienaventuranzas, sea bien venido. Pero la línea divergente de odios, muertes, violencias, ley de talión, debe desaparecer. El A.T. debe ser “cristianizado”. Habéis oído que se dijo, pero Yo os digo.

       3.– La importancia del “hoy” en San Lucas. Se repite a lo largo de todo el evangelio: «Hoy os ha nacido un Salvador» (2,11). Tras la curación de un hombre paralítico, símbolo de la humanidad aplastada, la gente proclama: «Hoy hemos visto cosas extraordinarias» (5,26). En el encuentro con el publicano Zaqueo, Jesús le dice: » Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (19,9). Finalmente, ya en la cruz, al compañero de suplicio que le pide compasión, Jesús le responde con una palabra esperanzadora y cargada de vida: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (23,43). La Palabra de Dios la debemos celebrar con el gozo que lo hicieron los judíos en el descubrimiento de la Ley después del exilio. “Se ponen de pie, aplauden, se llenan de gozo y preparan una buena comida” (1ª Lectura). La Palabra de Dios se hace presente HOY. Y hay que cumplirla, es decir, no hay que limitarse a escucharla, sino hay que llevarla al corazón y ponerla en práctica. Bellos los versos de Lope de Vega: “Cuantas veces mi ángel me decía: alma, asómate ahora a la ventana/ verás con cuanto amor llamar porfía/ y cuantas, hermosura soberana/ mañana le abriremos, respondía/ para lo mismo responder mañana/. La Palabra de Dios hay que cumplirla HOY Y NO MAÑANA.

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