Comentario al evangelio. Domingo 5º Ordinario, ciclo C.
CUALIDADES DE UNA AUTÉNTICA VOCACIÓN CRISTIANA
1.– FIARSE DE JESÚS.
Es el mismo Jesús el que provoca una situación poco lógica. Unos pescadores, entre los que se encontraba también Pedro, se han pasado toda la noche pescando y no han conseguido nada. La noche es el tiempo propicio para la pesca, Han hecho lo que razonablemente todo pescador hace. A la mañana siguiente (tiempo ya no propicio para pescar) el Señor invita a Pedro a echar las redes en el mismo sitio. Pedro le podía haber dicho a Jesús: Maestro, en el arte de la pesca, soy un profesional. ¿Me vas a decir tú cual es la hora mejor para pescar? Sin embargo, Pedro echa las redes, de mañana, fiado de la Palabra del Señor. No se puede ser buen cristiano sin fiarse de Jesús. Sucede que en la vida normal, todos nos tenemos que fiar: nos fiamos del panadero, y a nadie se nos ocurre pensar que ha podido echar veneno en la harina. Lo mismo del que nos vende alimentos en un supermercado… Y nos fiamos del conductor del autobús, del piloto de un avión etc. Nos estamos fiando de todo el mundo, ¿y vamos a desconfiar de Jesús? Pedro se fía: «en tu nombre echaré las redes”. Y el fiarse le fue bien. Como a Abrahán, como a Moisés, como a los profetas, como a María, la madre de Jesús.
2.– HUMILDAD. “APARTATE DE MI QUE SOY UN PECADOR”
Ante la pesca milagrosa, San Pedro cae en la cuenta de que “ese hombre” es más que un hombre. Es Dios. Notemos que San Pedro está feliz con Jesús y no quiere separarse de Él. De hecho, cuando algunos discípulos quieren dejar a Jesús, les pregunta: ¿También vosotros queréis marchar? Entonces Pedro, en nombre de ellos, le contesta: Maestro, ¿adónde iremos? “Tú tienes palabras de vida eterna”. (Jn. 6, 68-69) Pedro no quiere irse de Jesús, pero se siente pequeño, pecador. Es como si le dijera: Señor, eres demasiado para mí y no merezco estar a tu lado. Esta admiración, este asombro ante Jesús que, además de ser hombre, es también Dios, es totalmente necesario en nuestra vida espiritual si no queremos reducir a Jesús a un amigo, a un colega. Corremos el riesgo de hacernos una religión de bolsillo. Dios nos hizo a su imagen y semejanza; pero nunca el hombre puede hacer lo mismo con Dios. Debemos cultivar el sentido de humildad, de adoración, de veneración y asombro ante Él. Lo expresaba muy bien San Agustín:” Señor, ¿qué es eso que al mismo tiempo me enardece y me estremece? Eres Tú, Dios mío. Me enardece eso que tienes tan semejante a mí: eres hombre como yo; pero me estremece eso que tienes tan distinto a mí. Eres Dios”.
3. – ¡NO TENGAS MIEDO!
Jesús ha venido a quitar el miedo a Dios. Respeto, obediencia, veneración, sí. Pero miedo, no. Es precisamente Jesús el que se ha dedicado por completo a decirnos que Dios es nuestro Padre. Un Padre maravilloso que quiere ser amado, pero no quiere ser temido. Un Dios que nos quiere hijos, pero no esclavos. La mayor alegría de Jesús ha sido el poder comunicarnos cómo es ese Padre… Bondadoso, misericordioso, lleno de ternura.
4. – DESDE AHORA OS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES.
La mayoría de las personas que se van de este mundo se llevan la sensación de haber dejado la vida a medio hacer, o a medio llenar. Jesús ha venido a este mundo a que tengamos vida y vida en abundancia (Jn. 10,11). Todo el que no llene la vida plenamente de sentido será un frustrado. Y siempre se lamentará de lo que pudo haber sido y no lo fue. Jesús es el hombre perfecto, el ideal de hombre. Toda persona que quiera realizarse plenamente debe parecerse a Jesús. El evangelio es la mejor escuela de humanismo. . “Jesús revela el hombre al hombre” (G.S. 22).
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