Comentario al evangelio. Domingo 14 Ordinario.

1.- Sujetos de la Evangelización. 

     Está claro que la mies es mucha. El Señor manda a 72 simbolizando así las ciudades conocidas de entonces. No hay un rincón del mundo que quede exento de la predicación de Jesús. La buena noticia de Jesús debe resonar en el mundo entero. Jesús no es patrimonio de un pueblo sino de todos los pueblos. Lo que sí extraña aparentemente que Jesús diga que los obreros son pocos. Los escribas y fariseos que se dedicaban al estudio de la Biblia y a su difusión se podían contar por miles. ¿Qué quiere decir Jesús con que son pocos? Que son pocos los que a Él le sirven para extender su mensaje. Para hablar de Jesús no sirve cualquiera sino aquellos que han estado cerca de Jesús, han captado su estilo de vida, lo han aceptado con gozo y sienten una necesidad imperiosa de comunicar a otros lo que ellos han experimentado.  El modo de esa predicación puede ser diferente, pero la base, el fundamento de toda predicación, es la vida misma de cada cristiano. Vivir como cristianos, es la mejor predicación y la que convence. En cada instante estamos predicando, para bien o para mal. El misionero, el catequista, el evangelizador, no es un “Maestro” que enseña lo aprendido en los libros. Es un “testigo” que narra con alegría su vivencia de fe.

2.- Objeto de la evangelización: La Buena noticia (evangelio).

     «El reino, que es Dios, está cerca». Nada de peroratas teológicas, nada de discursitos apologéticos, nada de propagandas ideológicas, nada de doctrinas ni rituales ni normas morales… Lo único que un ser humano debe saber es que Dios le ama.  Y le ama con el cariño y la ternura de una madre. “Como a un niño a quien su madre consuela así os consolaré yo” (1ª lectura) Para captar el significado de esta imagen hay que ir al salmo 122 “Acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre”. En el texto original, tiene más fuerza: “como un niño que acaba de mamar”. El niño antes de mamar, tiene hambre y lloriquea para que su mamá le dé el pecho cuanto antes. Mientras está mamando está agitado porque cree que le va a faltar. Sólo cuando acaba de mamar, se siente satisfecho, feliz, y se queda dormido en brazos de su mamá. Esta es la bella imagen del salmista al hablar de ese niño, que somos tú y yo, cuando confiamos plenamente en nuestro Padre-Dios.
      La parábola más bella del evangelio la podemos estropear si todavía seguimos llamándola: “del hijo pródigo” y no del Padre bueno a quien le traiciona el corazón. Jesús jamás pensó en hacer una parábola para describir la situación de un hijo tan calavera. En eso no pierde ni un minuto. Pero emplea todo su tiempo en hablar de lo maravilloso que es el Padre-Dios. Ese hijo que se encuentra con ese Padre, ¿acaso tuvo ya tentación de irse otra vez de casa? Nuestro gran pecado consiste en el desconocimiento de Dios, en no creernos lo que Dios nos ama. Una persona que no tenga experiencia del Dios-Amor no está capacitada para evangelizar.
      “Paz a esta casa”. La paz es el cúmulo de bienes mesiánicos. Tener paz es realizarse uno plenamente como persona. Dar la paz es dar esa vida en plenitud que llevamos dentro. Esta paz no es una condición para el Reino sino una consecuencia de que el Reino de Dios ha estallado dentro de nosotros. Cuando yo me creo de verdad que Dios me ama, todo es posible.

3.- Medios para evangelizar. Sigamos las consignas del evangelio:
      “Los mandó de dos en dos”. El evangelizador debe “dar testimonio” de lo que dice. Y el testimonio de uno no es válido. El testimonio debe ser “eclesial”. Sólo desde el nido de la comunidad en la que “dos (o más) están reunidos en su Nombre” (Mt. 18, 19) se hace presente el Señor. Y sin la presencia del Señor no cabe evangelizar. “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn. 15, 5).
      “A los lugares a donde iba a ir Él”. Es muy consolador el pensar que el Señor viene detrás de nosotros. ¡Qué alivio! No viene a fiscalizarnos, sino a poner orden, a corregir las chapuzas que hacemos cada día. Podemos permitirnos el lujo de saber que somos muy limitados y vamos a hacer mal las cosas. Detrás vendrá el Señor y las arreglará.
      “No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino”.  El evangelizador debe ir “ligero de equipaje”. Sólo debe llevar en las alforjas a Dios que es espíritu, y pesa muy poco. En cambio, debe llevar las alforjas cargadas de alegría, de ilusión, de esperanza, de paz. Y siente tanta prisa en anunciarlo que no se puede permitir el “coger capazos” y entretenerse en el camino. Como María que salió a visitar a Isabel “con prisa” (Lc. 1,39).
      “Los setenta y dos volvieron con alegría” La mayor alegría de la vida es trabajar en aquello que te gusta, en aquello que te agrada. Jesús invitaba a sus discípulos a “contemplar los campos dorados dispuestos para la siega” (Jn.4,34). ¿Cómo no descubrir la maravillosa obra de su Padre en la elaboración de esa semilla que un día deposita el labrador en el campo, se va tranquilo a dormir y después viene a cosechar? ¿Creció sola la semilla? Creció con la caricia del sol, del viento, de la lluvia, es decir, con la caricia de Dios. Así será en la siembra de la Palabra. ¿Cómo no estar alegres con un Dios tan bueno y tan maravilloso?

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