Comentario al evangelio. Domingo 16º Ordinario
1.- Importancia de la Palabra de Dios.
Situemos el texto dentro del contexto del Evangelio de Lucas. En este camino de Galilea a Jerusalén (9,51-19,28) donde Jesús va adoctrinando a sus discípulos, San Lucas ha querido concentrar lo más esencial del Evangelio. El domingo anterior nos ha hablado de la necesidad del amor concreto al hermano (Samaritano), al domingo siguiente nos hablará de la oración y hoy quiere destacar la importancia de la Palabra. El primer mandamiento de la Ley es éste: “Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR es uno” (Dt. 6,4). Este mandamiento conserva toda su fuerza también en el Nuevo Testamento. Por eso, sin una escucha constante de la Palabra de Dios no se puede construir una auténtica vida cristiana.
2.- La novedad sorprendente de Jesús.
En la época de Jesús, la Palabra de Dios era exclusiva de los varones y nunca de las mujeres. Se solía decir:” “Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer”. “Maldito el padre que enseña a su hija la Torá”. Pues bien, en este contexto, aparece una mujer “sentada a los pies de Jesús, escuchando su palabra”. Jesús aparece como el Maestro y María como discípula. Su hermana protesta: Estás ocupando un puesto que no te pertenece. Lo que debes hacer es asumir tu rol de mujer y venir a ayudarme a preparar la comida. Y esta protesta la eleva a Jesús. Y Jesús, lejos de darle la razón, le reprende cariñosamente: “Marta, Marta, te veo atrapada por los pucheros y las cacerolas”. Jesús quería que Marta se aprovechara de la misma oportunidad que María. El verdadero Hijo de Dios estaba en su casa y ella estaba lavando platos y ollas en vez de escucharlo. ¡Qué lástima!
La mujer también debe tener acceso al mundo del espíritu, al mundo intelectual, al mundo de la Palabra de Dios. María ha elegido la mejor parte. Este es el gran paso que da Jesús con relación a la mujer. Ahora entenderemos mejor que Jesús no aceptara aquel piropo bonito y sincero de una mujer del pueblo:” Dichoso el vientre que te crió y los pechos que te alimentaron” (Lc. 11,27). Jesús no puede aceptar que su madre quede reducida a “pechos y vientre”, es decir, criar hijos y atender bien la cocina. Por eso dice: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios” Ha elevado a su madre al mundo del Espíritu. Y en ella a todas las mujeres.
3.- Marta y María deben ir siempre juntas.
En la narración no se dice lo que vino después de aquella comida. Estoy convencido de que Jesús elogió a esa buena cocinera que le ha preparado una comida exquisita y había sacado los mejores manteles para Él. Es una forma de demostrarle lo que le quería. Pero a lo largo de la comida, Jesús tuvo tiempo para decirles a las dos hermanas que toda mujer, debe desarrollar su maravilloso mundo interior, sus cualidades, su creatividad, su fantasía, en definitiva, debe realizarse plenamente como mujer, con los mismos derechos y la misma dignidad que el hombre. Tengo la impresión de que, una vez acabada aquella bonita conversación en la mesa, María iría a gusto a fregar los platos y recoger la mesa, mientras que Marta se quedaría un rato con Jesús para saborear esa experiencia que había tenido María, antes de comer. Marta y María, juntas y sin separaciones absurdas, encarnan dos actitudes que debe tener todo cristiano sea hombre o mujer. Toda persona debe ser “contemplativa y activa”. La acogida debe acompañarse con el servicio. Al estilo de Abrahán que, al acoger y servir a unos desconocidos, sin pretenderlo, acogió al mismo Dios (1ª Lect.).
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