Comentario al evangelio. Domingo 22º Ordinario, ciclo C.

1.- La “perla fina del evangelio”. 

     En este nuestro mundo egoísta y mercantilista, todo tiene un precio. Vamos a los tiendas a comprar y todo lleva su etiqueta. Y si no la  tiene, preguntamos: Y esto ¿cuánto vale?   Y si algo no tiene precio “se desprecia”.  Y no caemos en la cuenta de que las cosas más bellas y necesarias de la vida se nos dan gratis. No pagamos el agua de la lluvia, ni el sol que nos alumbra, ni el aire que respiramos. ¿Y el amor? ¿Dónde lo podemos comprar cuando se nos ha ido? Dios todo esto nos lo da ¡gratis! Pero hace falta descubrirlo. Dios no tiene precio porque no lo podemos comprar con nada. Y es la verdadera riqueza de la vida. ¡Se da gratis! Es puro don, puro regalo. Si alguien alcanza a descubrirlo, ha encontrado la fuente de su felicidad. Y lo mismo que Dios es feliz “dándose” el hombre no puede ser feliz de otra manera. Sólo aquel que se siente, se sabe, se experimenta un “regalo de Dios” está capacitado para hacer de su vida un regalo para los demás. Y esto, ¿a cambio de qué? A cambio de nada. El amor no exige paga. Le basta con existir para estar pagado.


2.- Las bienaventuranzas olvidadas del evangelio. 

      Después de las ocho bienaventuranzas clásicas, San Mateo añade una que se nos ha olvidado: “Bienaventurados cuando os insulten, os calumnien y os persigan por mi causa” (Mt. 5, 11). ¿Por qué? Porque esta actitud no es propia de este mundo, ni de las personas de este mundo. Es propia del Hijo de Dios. Si a pesar de todo la tengo, es que el mismo Jesús vive en mí y obra a través de mí.  Otra bienaventuranza olvidada es la del evangelio de hoy:” Bienaventurados aquellos que invitan a los que no les pueden pagar”  Entonces, ¿se quedan sin paga? Su paga es el Señor. ¿Puede haber mayor alegría? San Gregorio el Nacianceno, decía: “Dios ha hecho al hombre “cantor de su irradiación”. ¿Puede haber mayor alegría que irradiar a Dios, es decir, irradiar paz, alegría, gozo, ilusión? Ser irradiación de Dios, manifestación de Dios, revelación de Dios, ¿Puede haber gozo mayor? De esta alegría íntima, profunda, exquisita, nos habla el evangelio de hoy. ¡Y lo teníamos tan olvidado! 


3.- Un camino equivocado. 

     Nosotros, con esa mirada tan corta, tan miope y tan mezquina, creemos que el verdadero camino para la felicidad está en “tener” “acumular” “dominar” “ser importantes”… y si damos algo es para que nos lo agradezcan. El evangelio de hoy nos pone en pista para que descubramos otro camino diferente. Es el camino que eligió Jesús:  el camino del servicio gratuito a los pobres, a los que no te pueden pagar: “pobres, lisiados, cojos, ciegos”.  Y yo, después de una experiencia de doce años en un país pobre, me pregunto:” ¿Es cierto que no te pueden pagar? Por supuesto que no te pueden pagar en dólares, pero te pagan en algo que vale más que el dinero: su cariño y su fe. Las grandes lecciones de fe yo las he recibido en Bolivia. Como la de aquella señora María, muy pobre, y  que después de exponer las Bienaventuranzas, yo pregunto: ¿Cómo puede ser uno feliz siendo pobre? Ella se levanta, se cruza las manos sobre su pecho, y con una enorme sonrisa, me dice: “Nosotros los pobres podemos ser felices porque llevamos a Dios en nuestro corazón”. Entonces y sólo entonces entendí  las Bienaventuranzas de Jesús.

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