Comentario a las lecturas. Domingo 2º Adviento, ciclo A

1.- Juan y Jesús. Jesús admira a Juan y hace de él el mayor elogio:
     “De entre los nacidos de mujer, nadie es mejor que Juan”.  Pero añade esta coletilla: “Aunque el más pequeño en el reino es mayor que él” (Lc. 7,28). Jesús admira a Juan, se ha dejado bautizar por él, y como él ha llamado a todos a la conversión. Cuando Herodes mata a Juan, Jesús se retira. Tanto le ha impresionado su muerte que necesita tiempo para el duelo. Pero Jesús no sigue el camino de Juan.
Diferencias:
               1. Juan vive solo en el desierto y Jesús vive en comunidad con sus discípulos, y mezclado con la gente.
               2. Juan lleva una vida ascética, muy austera. Y Jesús “come, bebe, asiste a bodas y pasa como uno más, como uno cualquiera”. Su mística es el amor. Un amor ardiente y apasionado por el Padre y un amor concreto con los hombres, sus hermanos. 
               3. Juan es duro en su mensaje, mete miedo a la gente y le amenaza si no se convierten. Jesús habla de amor, de perdón, de misericordia. Esto hace que Juan, estando en la cárcel, tenga dudas y mande unos emisarios a que les diga si es el Mesías o tienen que esperar a otro. (Mt. 11,3). Jesús le dice que es dichoso “aquel que no se escandaliza de Él”. (Mt. 11,6). Jesús supera la ira y la venganza propias del A.T. Y pasa por la vida con un amor escandaloso. 
 
2.- Jesús realiza los sueños de los profetas.
      Los profetas son hombres geniales. Son poetas, artistas, soñadores. Llevan mensajes de protesta cuando el pueblo se desvía y llevan también mensajes de esperanza cuando este pueblo está hundido.
En la primera lectura, Isaías sueña con un mundo al revés, pero un mundo maravilloso: “habitará el lobo con el cordero; el leopardo se tumbará con el cabrito y el ternero y el león pacerán juntos”. Ha puesto juntos a un animal salvaje y a otro pacífico. Lo normal es que el salvaje se coma al pacífico. Pero, en la visión del profeta, en los tiempos del Mesías, el animal pacífico no sólo podrá habitar con el salvaje, sino que llegará a domesticarlo.  Esos instintos bestiales, salvajes, que todos llevamos dentro quedarán vencidos por unos nuevos instintos de cercanía, bondad, fraternidad. Tiempos en que un “niño puede meter la mano en la boca de la serpiente y no le hará daño”. El niño, al no tener pasado ni prejuicios, cree que todo el mundo es bueno, que todos son tus tatos, su familia. Para él la vida es un juego. Los mayores no metemos la mano en la boca de nadie porque nos puede morder. Ese mundo ideal en el que nadie haga mal a nadie, es más, en el que todos vivamos como humanos, es el que ha venido a traernos Jesús. Él nos habla de un Dios Padre que es bueno para todos: “Hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre juntos y pecadores” (Mt.5,45). Murió pidiendo perdón por sus mismos asesinos.
 
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