Comentario a las lecturas. Domingo 4º Cuaresma, ciclo A..

1.– Con Jesús puedo pasar de las tinieblas a la luz. 

      Este ciego de nacimiento nunca ha visto la luz. Nunca ha podido disfrutar del mundo de los colores. Ha vivido siempre en la noche de la tristeza, de la inseguridad, del no saber dónde está. Imagen perfecta para definir una persona, una sociedad sin Dios. Con Jesús descubre la maravilla del ver, del poder caminar solo, de poder disfrutar de las montañas, las flores, los animales, las personas. Y, sobre todo, de poder quedar fascinado ante la presencia de Jesús, el hombre perfecto, el hombre cabal. Con Jesús ya podrá mirar a las personas “con la mirada de Dios, con la mirada del corazón” (1ª Lectura) 

2.– Con Jesús puedo pasar de la esclavitud a la libertad. 

      El ciego era un esclavo. Un ser totalmente dependiente de los demás. Su mundo era pequeño y muy reducido. El ciego era mendigo (pedía limosna, sentado). Estaba inmóvil, impotente, dependiendo de los demás. Este punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va a dar la movilidad y la independencia.  Al no poder salir ni formarse, dependía de las costumbres, tradiciones y consejos de la familia.  Sus padres tienen miedo a las autoridades religiosas y no quieren comprometerse. Las leyes religiosas prohibían curar en sábado y ponían la ley por encima de la persona.  El horizonte que se abre para él es indescriptible. El mundo ha cambiado radicalmente. Su vida, anodina y dependiente, está ahora llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no sólo en su interior sino ante los demás

3.– Sólo Jesús me invita a dar el salto mortal del no-ser al ser.

      No es la mejor manera de curar a un ciego el poner barro en sus ojos. Pero simbólicamente este barro tiene relación con el barro del paraíso que, al recibir el soplo de Dios, se convierte en un ser lleno de vida. Con Jesús se reinicia el primer proyecto de Dios sobre el mundo.  Es curioso que el ciego utilice las mismas palabras que tantas veces en Juan utiliza Jesús para identificarse: «soy yo».  Jesús le da su identidad. Antes “no era” y ahora “es”. Sin Jesús no somos nada. Con Jesús somos lo que Dios quiso que fuéramos desde el principio.

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