Comentario a las lecturas. Domingo 17º Ordinario, ciclo A.
Estas parábolas de Jesús se aclaran si entendemos el hallazgo del tesoro o la perla como el flechazo de una persona que se enamora. Todo lo que supone para ella el tener que dejar casa, padres, ambiente, incluso el país, le parecerá normal ante el gozo de vivir con la persona a quien tanto ama. Lo importante, en nuestra fe, es ser seducidos por Jesucristo y descubrir el gozo de vivir con Él.
1.- Hay que descubrir a Dios como el verdadero tesoro de la vida.
Tal vez en otros tiempos en los que “lo religioso” estaba presente en el mundo social y lo impregnaba todo, la fe pudo vivirse de otra manera. Hoy, en un mundo secularizado, nos jugamos todo en un “encuentro personal con Jesucristo”. Este encuentro con Jesús cambia radicalmente nuestra vida. Como cambió la vida de aquellos primeros discípulos que seguían a Jesús sin conocerle. Jesús les dice: ¿Qué buscáis? Y ellos le responden: ¿Dónde moras? “Venid y ved”. El texto ya no nos dice qué vieron, qué sintieron, qué palparon. Sólo nos dice que estaban en el desierto, es decir, donde Jesús no podía ofrecerles nada y, sin embargo, se quedaron con Él. Quedaron seducidos por su persona (Jn. 1, 35-39). A Jesús hay que descubrirle como Alguien que nos ayuda, nos anima, nos hace buenos, nos llena de ilusión y de esperanza.
2.– Lo que debe motivar la decisión por seguir a Jesús es el “gozo”.
La religión de Jesús es la religión de la alegría. Los Salesianos lo tienen claro: “Nosotros ponemos la esencia de la santidad en vivir siempre alegres”. Han captado la esencia del evangelio. Es una mala Catequesis hablar de las exigencias que comporta la vida cristiana sin haber hecho una presentación cautivadora de la persona de Jesús. Si Lucas escribe un evangelio a los no-judíos, es porque Él quedó fascinado por la “bondad y la dulzura de Jesús”. Y si a lo largo de los siglos, miles y miles de hombres y mujeres han dejado todo por seguirle, no es porque eran unos locos, sino porque quedaron entusiasmados de la persona de Jesús. Lo único que cambia a una persona es otra persona. Y lo único capaz de cambiar la vida de los cristianos es “el encuentro al vivo con Jesús”.
3.– Diferencia entre las parábolas del tesoro y la perla con la parábola de la red.
La parábola de la red que se llena de peces y los ángeles separan los gordos de los pequeños y éstos son arrojados al mar, para sacar la consecuencia de que los malos son arrojados al horno de fuego donde hay llanto y rechinar de dientes, no encaja con las dos primeras. Esta parábola, metiendo miedo a la gente, no fue dicha por Jesús sino puesta por el evangelista con fines moralizantes. Notemos que, desde la parábola pronunciada por Jesús, explicada por los predicadores y narrada por el Evangelista han pasado cuarenta años y la parábola ha podido quedar desdibujada. Para nuestra satisfacción, se ha encontrado esta parábola en el evangelio apócrifo de Tomás, redactado en Copto, contemporáneo a los evangelios canónicos y descubierto en 1945. Y dice así:” El reino de los cielos se parece a un pescador que salió a pescar y le entró un pez grande, hermoso. Tiró al mar los pececillos que había pescado, y se quedó con el pez grande”. Ese pez grande, hermoso, es JESUCRISTO, Los pececillos ya no interesan. Esta sería la parábola original de Jesús, que está en la misma línea de las anteriores.
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