Comentario a las lecturas. Domingo 31º Ordinario, ciclo A.

     «Vosotros, en cambio...» Aquí tenemos la clave del texto. La nueva comunidad no debe comportarse como los fariseos, sino desde la autenticidad. Esto es lo que quiere dejar claro Mateo. El mensaje central del evangelio consiste en abandonar todo intento de superioridad y entrar en una dinámica de servicio incondicional a los demás. Todo esto se consigue con la fraternidad. Pero no puede haber auténtica fraternidad sin igualdad.

     1.– A nadie llaméis Padre. 

     Sólo hay un Padre y éste es el que está en el cielo. En este mundo “damos y recibimos”. Se ha dicho que “nadie es tan pobre que no tenga algo que dar ni tan rico que no tenga algo que recibir”.  El Padre del cielo da todo y se da del todo en la persona de su Hijo. Es nuestro auténtico Padre y quiere que todos sus hijos seamos iguales. En la Iglesia de Jesús no caben los complejos: ni el complejo de “superioridad” al creernos más que los demás; ni el de “inferioridad” al creernos menos que los demás. En una familia el miembro más sano ayuda al más enfermo y el más fuerte al más débil. No cabe el “poner cargas pesadas a nadie”. Pero sí cabe el ayudar al otro a llevar una carga que le pesa demasiado.  A Jesús se le han dado muchos títulos, pero me gustaría añadir uno: Jesús el “quita pesos”. Por eso su carga siempre es ligera.

2.– A nadie llaméis Maestro. 

      En esta vida todos somos maestros y discípulos. Todos aprendemos y enseñamos. Unos aprenden en las “Universidades” y otros en la “escuela de la vida”. Por eso “nadie es tan ignorante que no tenga nada que enseñar ni nadie es tan listo que no tenga mucho que aprender”.  El verdadero Maestro es nuestro Señor. No Maestro de Universidad sino Maestro de Vida. Jesús no vino a enseñarnos matemáticas o geografía. Vino a enseñarnos a vivir. Con Jesús la vida tiene otro color y otro sabor. Y, sobre todo, vino a decirnos que esta vida es demasiado breve, demasiado limitada. “Como la flor del campo que aparece por la mañana y por la tarde se seca”. (salmo 103,15). Con su muerte y Resurrección nos da la esperanza cierta de una vida eterna y en plenitud. Todos somos discípulos de ese gran Maestro, pero discípulos con “sabor a vida”.

3.– A nadie llaméis “Señor”.  

      Cuando a los primeros cristianos se les quería obligar a dar incienso al Señor-Emperador, nuestros cristianos decían que no conocían otro Señor sino el que murió en la Cruz y Resucitó. Y sirviendo a este Señor eran libres y estaban dispuestos a ir a la muerte antes de ser esclavos del Emperador. ¡Se acabaron los señores! Y más los señoritos, esos que, por el hecho de ser ricos, había que rendirles homenaje. Y todo esto ¿a qué va? ¿Qué nos quiere decir Jesús en este Evangelio?  TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS.Esta es la gran fiesta de la vida, fiesta que la tenemos sin estrenar y, por consiguiente, sin disfrutar. A esto ha venido Jesús: a decirnos que tenemos un Padre maravilloso, a quien podemos llamar “Abbá”, es decir, “Papá”.  Este buen Padre sólo disfruta cuando nos ve a todos unidos como hermanos. Esta es su gloria, es decir, su orgullo de Padre.

Iglesia en Aragón

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