Comentario a las lecturas. Domingo 3º Cuaresma, ciclo B.
El episodio del templo narrado por San Juan en este tercer Domingo de Cuaresma tiene aspectos distintos a los sinópticos que debemos tener en cuenta a la hora de descubrir la originalidad de este evangelista.
1.- San Juan pone la escena del Templo al comienzo de su ministerio, en el segundo capítulo.
Parece más lógico ponerlo al final del ministerio, como hacen los sinópticos. ¿Por qué Juan lo pone al principio? Quiere que aparezca como “programa de Jesús”. Juan quiere decirnos que Jesús viene a poner fin a las Instituciones de los Judíos por haberse quedado “viejas” “obsoletas”. Y, naturalmente, una de las instituciones más importante era el Gran Templo de Jerusalén, recién restaurado por el rey Herodes. Ese Templo ya no cumple sus fines, es más, se ha convertido en un mercado y en cueva de bandidos. Por eso el evangelista habla de “la fiesta de los judíos”. Se palpa ya una ruptura con los cristianos. El Templo no puede convertirse en un lugar de seguridad, donde se quiera comprar a Dios con sacrificios y limosnas. A Dios no se puede comprar con nada porque “no tiene precio”. Es pura “gratuidad”. A la hora de avalar el comportamiento de Jesús en el Templo, los sinópticos citan a Is. 56, 7 donde se habla de «casa de oración y de sacrificios gratos a Dios”. Pero Juan ha preferido citar a Zacarías 14, 21 donde se dice que “aquel día no habrá comerciantes en el Templo de Yahvé”.
2.- Destruid este Templo y en tres días lo levantaré.
Ni los judíos, ni los discípulos de Jesús se dieron cuenta de la hondura de estas palabras. Todos creían que se trataba del templo material de Jerusalén. “Pero Él hablaba del templo de su cuerpo”. Los apóstoles, después de la Resurrección y el envío del Espíritu Santo, caen en la cuenta de la profundidad de las palabras de Jesús. En Juan la palabra “recuerdo” significa descubrir la profundidad de las palabras y los hechos de Jesús histórico por la fuerza del Espíritu Santo. Clave preciosa a la hora de hacer una buena exégesis de la Escritura. Sin el Espíritu no podemos comprender la Palabra de Dios. Por otra parte, el Cuerpo Resucitado de Jesús es el Nuevo Templo de Dios. Notemos algo importante: Mientras los sinópticos hablan del Templo como “casa de oración” San Juan ha interiorizado el tema y nos habla de “la casa de mi Padre”. Jesús ha tenido con el Padre unas relaciones íntimas, inefables, maravillosas. Es el Hijo amado del Padre en quien se ha complacido. Es el Hijo que sólo busca “hacer siempre lo que al Padre le agrada” (Jn. 8,29). El Padre es su “ABBA”. Es decir, su hogar, su lugar de delicias, su paraíso, su nido, su sueño. Por eso, el hablar de este Padre, el dar a conocer a este Padre, es “el celo que le devora por dentro”. ¡Preciosa misión, capaz de llenar una vida!
3.- Nuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo” (1Cor. 6,19).
Dentro de nosotros mismos, sin necesidad de salir fuera, nosotros tenemos un templo vivo donde habita Dios. Ahí debemos entrar para prolongar ese encuentro inefable y maravilloso de Jesús con el Padre. No ofrezcamos ahí ofrendas ni sacrificios materiales para comprar a Dios. Nosotros en este templo no buscamos los dones de Dios sino el Dios de los dones. Este Templo tiene dos puertas: una de entrada y otra de salida. La puerta de entrada es el amor gratuito y maravilloso de Dios, mi Padre, a quien intento agradar y complacer. La puerta de salida es ese mismo amor convertido en servicio y amor desinteresado a mis hermanos. Son las dos caras de la moneda. Cuando Gaudí diseña el templo de la Sagrada Familia, está pensando en la belleza de Dios que debe reflejarse en el Templo vivo de cada cristiano.
Iglesia en Aragón