Comentario a las lecturas. Domingo 22º Ordinariio, ciclo B

       En esta controversia de Jesús con los fariseos y escribas que venían de Jerusalén, el propio Jesús les recuerda unas palabras del profeta Isaías:» Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. (Is. 29,13). Según esta frase vamos a reflexionar sobre lo que significa eso de tener el corazón cerca o lejos de Dios y las consecuencias que esto conlleva.

1.- ¿Qué pasa cuando el corazón humano está cerca de Dios? 

      Cuando nuestros primeros padres estaban en el paraíso, antes del pecado, Dios estaba cerca de su corazón. “Yahvé bajaba a pasear con ellos a la brisa de la tarde” (Gn.3,8). Todo era bello. Estaban en paz    con Dos, con ellos mismos, con los animales y con  toda  la creación.  Cuando  el corazón humano está cerca de Dios, nos convertimos en un jardín. Moisés estaba pastoreando el rebaño por el desierto y tuvo una gran visión: “Una zarza que ardía sin consumirse” (Ex.3). Imagen sugerente, evocadora de un Dios que arde en llamaradas de amor, en llamaradas de felicidad, en llamaradas de vida. Ese fuego de amor es el que Jesús ha venido a traer a este mundo y quiere “que el mundo esté ardiendo” (Lc. 12,49). Los hombres y mujeres de este mundo necesitamos “arder por dentro” e irradiar amor, alegría, esperanza, ilusión, ganas de vivir.   Por eso necesitamos tener el corazón “cerca de Dios”.

2.- ¿Qué pasa cuando el corazón humano está lejos de Dios?  

      El Dios-Amor sólo tiene palabras de amor. Si no puede hablar desde el amor, se calla. Y  entonces desaparece la palabra de Dios. Y es precisamente entonces cuando aparece la palabrería humana: los falsos profetas, los hipócritas, los  cultivadores de tradiciones humanas y de un culto vacío y viciado. Dios no está de acuerdo y se queja:” “Cuando extendéis las manos para rezar, aparto mis ojos de vosotros; aunque menudeéis una plegaria, no os escucho. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, alejad vuestras malas acciones de  mis ojos. Dejad de hacer el mal, buscad lo que es justo, socorred al oprimido, hacer justicia al huérfano, defended a la viuda” (Is. 1,15s)  Cuando uno aparta su corazón de Dios, la casa se queda fría, vacía, sin vida.

3.– Lo que sale de dentro. 

      Con esta frase, Jesús quiere llevar las normas del comportamiento humano al interior de la conciencia, devolviendo así al hombre toda su dignidad. Es la persona la que debe decidir desde dentro con su libertad. Lo dice muy bien el Con.Vat.II: “Por su interioridad el hombre es superior al universo entero; a esa profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios lo aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino” (GS. 14). Las cosas han salido buenas de la mano del Creador y no las pueden hacer malas las costumbres y tradiciones de los hombres. “Jesús rechaza la distinción judía entre lo puro y lo impuro, entre una esfera religiosa, separada, en la que Dios está presente y una esfera ordinaria, cotidiana, en la que Dios está ausente. No se nos purifica de la vida cotidiana para encontrar a Dios en otra parte: se nos debe purificar del pecado que llevamos dentro de nosotros” (A. Pronzato).

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