Comentario al evangelio. Presentación del Señor.

1.- “Una espada te atravesará el alma”. María vivió siempre con una espada atravesada, no en el cuerpo sino en el alma. Cuando duele el cuerpo el dolor está localizado, pero cuando duele el alma “duele todo”.  María vivió siempre con la espada cruel del presentimiento. En cada momento del día o de la noche ella creía que a su Hijo le iba a pasar algo. Y es el presentimiento de todas las madres. No sólo sufren por lo que realmente les pasa a los hijos sino por lo que ellas creen que les puede pasar. A vosotras madres, ¡qué bien os entiende la Virgen!

2.- María y José eran pobres y no tuvieron dinero para comprar un cordero. ¡No importa! Ellos saben muy bien que llevan al Templo “al verdadero Cordero de Dios”.   Y es la ofrenda que más agrada a Dios. María y José se admiran de la fe de aquellos ancianitos: Simeón y Ana. Su niño ha pasado por las manos de aquellos sacerdotes del Templo a la hora de circuncidarlo, y le tocaron como a un niño cualquiera. Cumplieron su oficio.  Pero Simeón lo tocó con fe. Se emocionó y rompió a llorar. Desde ese momento, ya no le importaba morir. Podemos tocar a Dios todos los días en la comunión sin que pase nada en nosotros. Lo hemos tocado con rutina.  Pero si un día lo tocamos con fe, puede cambiar totalmente nuestra vida. Dice el Papa Francisco: La fe consiste tanto en mirar a Jesús como en mirar con los ojos de Jesús (L.F. 18). Si todos los consagrados del mundo tocáramos a Jesús con fe miraríamos el mundo “a su manera”. Y el mundo cambiaría.

3.- El desprendimiento de María. Toda mujer israelita, al rescatar a su hijo, lo consideraba ya suyo, le pertenecía. Pero María sabe que ese hijo que ha llevado nueve meses en su vientre y lo ha parido, no le pertenece. Es de Dios. María acepta todo lo que viene de Dios. No sabe, no quiere, no puede decir no a Dios.

Si estudiamos los pocos textos que en el evangelio se habla de María, todos llevan el signo de la separación física de Jesús para adherirse de una manera más profunda en la misteriosa cercanía de la fe.

Qué maravillosas las palabras del Ángel en la Encarnación Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

Pero lo que está viendo en el Calvario es a su Hijo muriendo en la Cruz en medio de dos ladrones. En aquella oscuridad de Viernes Santo, la única lámpara de fe que queda encendida es la de María. Sólo ella cree en la Resurrección y sólo a ella se le hace presente en su propio corazón, sin necesidad de apariciones Para ella principalmente está dirigida la bienaventuranza de Jesús: Dichosos los que sin ver, creyeren.

Iglesia en Aragón

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