Comentario evangélico. Domingo 23 C Ordinario.

Domingo XXIII  del Tiempo ordinario, 8 de septiembre de 2013. Ciclo C, Lucas 14,25-33.

Cada cosa en su lugar 


         Solamente una persona muy enamorada está dispuesta a renunciar a cosas que para él son muy importantes en beneficio de la persona o personas a las que quiere.  Si alguna vez hemos sido protagonistas de esta experiencia, entonces podremos entender mejor el evangelio tan exigente de este domingo. 
        En este texto Jesús nos plantea que todo el que quiera ser discípulo suyo debe hacer una doble renuncia: a sus seres queridos y a sus bienes. La primera renuncia es, lógicamente, más dolorosa, porque todos queremos más a nuestra gente que a nuestros bienes. Aunque si nos fijamos bien en la primera parte, hay otra petición de Jesús que aún nos puede resultar más desconcertante. El Señor también nos pide la renuncia de la propia vida.  ¿Por qué todo esto? ¿Por qué posponer al padre, a la madre…?   Estas palabras graves de Jesús no deben confundirnos. En ningún caso debemos pensar que Jesús quiere que aborrezcamos a nuestros seres queridos.  No en vano, unas páginas antes, en este mismo evangelio, Jesús nos ha recordado el mandamiento de honra “a tu padre y a tu madre” (Lc 18,20).  La situación es que Jesús se encuentra camino de Jerusalén, le sigue una multitud. Y Jesús expone con toda claridad, cuáles son las condiciones que ha de reunir quien quiera ser discípulo suyo.  Solemos decir, en el lenguaje corriente, que no todos valemos para hacer todas las cosas.  Igualmente, para ser discípulo de Jesús todas las personas valen, pero no todas las actitudes son las adecuadas.  Dos claves son importantes en este texto: “Si alguno viene junto a mí…”  Esto es una invitación, no una obligación.  Jesús nos invita a ir junto a Él. Y acto seguido pone sus condiciones.  El verbo clave que cifra las disposiciones adecuadas para seguir a Jesús es el verbo griego miseo, que en su traducción literal significa: aborrecer, odiar, amar menos.  Y que los estudiosos afirman que, desde la mentalidad oriental, se puede traducir acertadamente como: poner en segundo lugar o posponer.
           Estas palabras no se puedan rebajar o edulcorar.  Son palabras transparentes y claras. Y por si esto no fuera poco a continuación Jesús relata dos parábolas, la del hombre que quería edificar una torre y la del rey que quería dar una batalla a otro rey.  Ambos protagonistas antes de emprender sus respectivas acciones deben calcular sus recursos para no fracasar y ser el hazmerreír de sus vecinos y conocidos.  Con estas parábolas Jesús quiere ilustrar otra de las características que ha de asumir el que le quiera seguir: debe renunciar a todos sus bienes.  De no hacerlo, la misión del seguimiento de Jesús podría fracasar, como esa torre inacabada o esa guerra no vencida.
          Solo por un amor muy grande a Dios uno puede poner en segundo lugar su propia vida, su propia familia y gente querida. Y renunciar a sus propios bienes. Ahora, pregúntate, ¿qué o quién es para ti lo más importante en esta vida?


Rubén Ruiz Silleras. 

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