Comentario evangélico. Domingo IV B Adviento.

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
Ciclo B. 18 de diciembre de 2011

MARÍA, MUJER DE FE

Dios actúa sin hacer ruido, de una forma sencilla.  Este relato de la Anunciación así nos lo demuestra.  Nazaret era una aldea sencilla, de escasa relevancia en la provincia de Galilea.  María, será también una mujer sencilla, una joven desposada con José.
Dios va a actuar en este texto a través del ángel Gabriel. En el Nuevo Testamento la figura de los ángeles designa casi siempre al mensajero (celestial) de Dios. La etimología del nombre Gabriel (“Dios es mi fuerza” o “hombre de Dios)  coincide con la breve descripción que de él nos hace Lucas: “fue enviado por Dios”.  Por tanto este mensajero sólo va a relatar las mismas palabras de Dios.  Es importante que nos detengamos en lo que dice Dios porque la actitud de María es una respuesta a la invitación de Dios:
 - El saludo de Dios es la alegría.  Esta es su seña. La alegría de Dios que es  capaz de iluminar la noche más oscura.
- La elección.  El ángel Gabriel no se ha presentado a otra doncella. Ha ido a casa de María, porque María ha sido elegida por Dios.  El texto no nos dice las razones por las que Dios eligió a María. Podemos intuir que Dios, en su infinita sabiduría, conocía bien el corazón y la fe de esta mujer. Sabía que no le iba a fallar.
- Repetición de la promesa. María se turba. No se imaginaba que Dios se fuera a fijar en ella. Por eso Dios repite, reitera su promesa: “No temas María”.  La fe en Dios, en su continua presencia, hace disipar cualquier temor.
- La misión. Ésta es la clave, la misión que va a recibir María. Una vez disipado el temor es cuando Dios le pide su colaboración en su proyecto de salvar a la humanidad.  María ha de ser la madre del Hijo de Dios.
- La asistencia de Dios para la misión.  María no va a estar sola en esta tarea.  En el caso de María será la misma fuerza de Dios, el Espíritu Santo, quién la cubrirá con su Gracia.

¿Cómo responde María? Humanamente entendemos fácilmente cómo María se vería desbordada ante una misión tan especial. Se sentiría pequeña.  Se preguntaría sin duda: ¿Señor, por qué yo?  Sin embargo, lo más importante, lo más ejemplar, lo que más nos puede ayudar para nuestra vida es el sí de María.  La Virgen se ha fiado absolutamente de Dios, sin ningún tipo de reservas, ni de seguridades humanas.  Sabía que si Dios la había elegido y le había prometido su compañía Él no le iba a fallar. 

Es cierto que la misión que Dios le pidió a la Virgen María es única e irrepetible. Pero no es menos cierto que Dios a todos nos ha llamado para una misión.  Podemos  meditar en este cuarto domingo de adviento el mismo proceso que vivió María en la Anunciación. Dios también nos dice a cada uno: “Alégrate, no temas que estoy siempre contigo”.  Nos llama a ser continuadores de la misión de su Hijo.  Nos llama a vivir para los demás.  Y nos promete su Gracia.  Ahora nos toca a nosotros.  ¿Qué le respondemos a Dios?

Rubén Ruiz Silleras.

 

 

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