Comentario evangélico. Domingo 4 B Ordinario.

La enseñanza de Jesús.
        La escena se desarrolla en Cafarnaún, una de las localidades en la ribera del mar de Galilea que más a menudo visitó Jesús durante su ministerio público. Y más precisamente en la Sinagoga y en día de sábado.  Allí va Jesús a enseñar. La clave de este evangelio es, precisamente, la enseñanza de Jesús.  No conocemos, de momento, el contenido de la enseñanza de Jesús, pero lo que sí nos relata Marcos es los efectos que esta enseñanza causó en los que la oyeron: “quedaron asombrados”. 
         El texto define la enseñanza de Jesús con dos adjetivos: es una enseñanza nueva y con autoridad.   Nueva por contraste con la enseñanza de los escribas, que era una enseñanza antigua, en la que ellos eran los dueños de la Escritura, sus últimos intérpretes, explicaban a los demás el contenido de la Escritura pero no se dejaban afectar por ella, se situaban por encima de ella.   La enseñanza de Jesús es una enseñanza nueva porque es con autoridad, autoridad que viene de Dios mismo, no de ningún hombre.  Por eso la Palabra de Jesús tiene una autoridad que ninguna palabra humana puede tener.
        Además, la Palabra de Jesús es una palabra liberadora. El hombre con un espíritu inmundo reacciona ante la enseñanza de Jesús.  Se siente amenazado por su presencia: “¿Has venido a acabar con nosotros?”.  En definitiva hay detrás de esta pregunta una experiencia muy humana: el mal se siente denunciado por el Bien.  Nuestras tinieblas, cuando brilla la Luz de Cristo quedan al descubierto.  Lo que queda claro en el texto es que Jesús no convive con el mal, aunque éste presente a veces apariencia de bien, pues no en vano el espíritu inmundo nombra a Jesús con un título en el que reconoce su identidad.  Jesús no quiere saber nada con el mal y por eso su palabra liberadora, es una orden radical: “cállate y sal”.
          ¿Qué mensaje tiene esta Palabra de Dios para nosotros?  En primer lugar, escuchar la enseñanza de Jesús.  Se va a ir proclamando durante todos estos domingos del tiempo ordinario.  Escucharla y saber que no somos dueños de ella, como pretendían los escribas, sino que somos sus deudores de esta enseñanza. Como oyentes de la Palabra de Jesús, la tenemos que hacer vida, construir y edificar nuestra vida a imagen de esa enseñanza. En segundo lugar, esta Palabra de Jesús también puede liberarnos de nuestros espíritus inmundos, sean los que sean (celos, mentiras, envidias,..). Jesús tiene autoridad sobre cualquiera de nuestros espíritus inmundos, sobre nuestros miedos.  Él puede liberarnos.
El final del evangelio nos dice cómo la curación que Jesús llevó a cabo causó entre los asistentes a la sinagoga una gran admiración, expresada gráficamente en ese interrogante: “¿qué es esto?  […] Hasta los espíritus inmundos les manda y le obedecen”.    Es como si dijeran: ¿pero se puede vencer el mal? ¿se puede liberar a un hombre de lo que le tiene esclavizado?  Jesús puede.  La Palabra de Jesús puede realizarlo.


Rubén Ruiz Silleras.

 

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