Comenratio evangélico. Domingo 3 B Cuaresma.

El camino que conduce a Dios

       Quizás lo que más nos pueda sorprender de este evangelio es el gesto de la expulsión de los mercaderes del templo. Siendo esto comprensible no es, desde luego, lo más importante. Lo cual no quiere decir que hayamos de omitirlo, ni suavizarlo. Porque, efectivamente, el verbo griego que describe esta acción de Jesús (ekballo) significa literalmente eso: expulsar. Sin duda alguna estamos ante un signo de autoridad de Jesús. Es necesario que nos preguntemos qué desencadena esta acción de Jesús. El templo era uno de los pilares de la identidad de Israel, junto con la monarquía y la Escritura. El templo era el corazón religioso de un pueblo tremendamente religioso. Hacía varios siglos que los reyes de Israel habían decidido que se diera culto a Dios exclusivamente en un templo, el de Jerusalén. Todo judío piadoso debía peregrinar a él para agradecer a Dios sus beneficios, especialmente con ocasión de la fiesta más importante del pueblo,
la de la Pascua. Jesús, siente respeto por el templo como lugar sagrado donde miles de judíos se encontraban con Dios. Por eso a Jesús le duele profundamente que los cambistas y vendedores de animales hayan “tomado” las inmediaciones del templo con el único objetivo de hacer negocio, siéndoles, acaso, indiferente los sentimientos religiosos de la gente que allí se concentraba y, a lo mejor, hasta aprovechándose de la gente sencilla que se acercaba hasta ellos para comprar sus
ofrendas.
       No es digno, no es admisible que un lugar sagrado se vea ensuciado por el único objetivo de ganar dinero, sin respeto alguno por los sentimientos religiosos. Por eso Jesús, realiza este gesto. Pero va a ser la reacción de algunos judíos ante este gesto la que nos va a desvelar la verdadera clave teológica de este evangelio, por las mismas palabras de Jesús. Con Jesús se inaugura un nuevo tiempo, en este nuevo tiempo el templo de Jerusalén ya ha dejado
de ser el lugar para el encuentro con Dios. No es ya un lugar físico, por muy adornado y bello que éste sea, ahora se trata de una persona: Jesucristo, Él es el auténtico camino de acceso a Dios.
       Los últimos versículos de este evangelio, pueden sugerirnos, de nuevo, algún interrogante. ¿Por qué Jesús no se fía de aquellos que creyeron en su nombre viendo sus signos? En primer lugar, como muy bien nos dice el propio Juan, Jesús es Dios, y Dios conoce muy bien el corazón de cada hombre. En segundo lugar un dato importante: una fe que se apoya sólo en el asombro ante los signos de Jesús no es una auténtica fe. Es precisamente lo que dice el texto, muchos le siguieron “viendo los signos que hacía”. Sabemos que la gran mayoría abandonará a Jesús cuando las cosas se pongan más difíciles.
       Más allá de la escena de la expulsión, la gran verdad que Jesús nos presenta en este evangelio es que Él ya es el nuevo templo de la nueva Alianza, así quien lo desee, quien así lo quiera, en Él se puede encontrar con Dios mismo.

Rubén Ruiz Silleras

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