Comentario evangélico. Domingo 26 B Ordinario.
Domingo XXVI del Tiempo ordinario, 30 de septiembre de 2012. Marcos 9,38-43.45.47-48. Ciclo B.
No ser motivo de tropiezo
Dos son las ideas fundamentales a las que nos invita hoy este evangelio: primero, realizar el bien y la caridad no es patrimonio exclusivo de nadie. Y segundo, un mensaje más grave para el cual Jesús utiliza imágenes contundentes: como cristianos tenemos que evitar –por todos los medios- ser causa de escándalo para otros hermanos.
La primera de las ideas se desprende de la primera escena. La situación es ésta: uno de los discípulos acude a Jesús quejándose de que alguien que no es del grupo de los doce está actuando en nombre del Mesías. La respuesta de Jesús es rápida y cargada de sentido: “No se lo impidáis”. De la respuesta de Jesús podemos encontrar aliento para trabajar al lado de tanta gente buena que, aunque no “sea de los nuestros”, está trabajando por hacer el bien y construir una humanidad más justa y más fraterna.
La segunda lección de Jesús va encaminada a evitar el escándalo. En concreto, el texto griego habla de evitar el escándalo de los más pequeños (mikron) de entre los creyentes. Esos “pequeñuelos” serían los niños, figura simbólica de los cristianos con una fe más débil o más incipiente. Estas palabras de Jesús nos pueden ayudar a reflexionar sobre nuestra propia fe, que no deberíamos entender como una relación exclusiva entre Dios y cada uno de nosotros y olvidar que la fe también tiene una dimensión comunitaria. Dicho de otra manera más sencilla: el ejemplo de nuestra fe puede “espantar” a otros cristianos o a nuestros vecinos que no creen. ¿Cómo es esto posible? Basta imaginar qué pensaría una persona ajena a la parroquia cuando supiera que los cristianos que forman parte de un grupo parroquial discuten por ver quien lleva la voz cantante. O que en las celebraciones litúrgicas alaban a Dios con canciones de amor y fraternidad y cuando salen del Templo se están criticando entre ellos. Pues sí, Jesús con un lenguaje fuerte (y metafórico, ¡que nadie lo interprete literalmente!) nos quiere poner en guardia. Escandalizar a alguien significa ser causa de tropiezo, inducir al mal o apartar del bien a otro. En este contexto religioso, escandalizar a otro creyente podría equivaler a apartarlo o alejarlo de Dios. Y esto es algo realmente grave. Por eso, lo que realmente debemos cortar o extirpar de nuestro cuerpo son las cosas que nos hacen mal a nosotros mismos y que pueden escandalizar a los demás: nuestros egoísmos, el pensar que los demás lo hacen todo mal porque “no son de los nuestros”, nuestras soberbias,… en fin, la lista podría ser larga. Lo importante es que, a partir de esta Palabra de Jesús, cada uno hagamos examen de conciencia y busquemos eliminar en nuestras vidas todo aquello que nos separa de Jesús. A lo mejor es un ejercicio costoso morir a nuestras propias “cosas” pero seguro que nos hará más libres y auténticos, más cómo Dios nos quiere.
Rubén Ruiz Silleras.