Comentario Evangélico. Domingo 31 B Ordinario.

Domingo XXXI del Tiempo ordinario, 4 de noviembre de 2012.  Marcos 12,28b-34.
Ciclo B.

Los mandamientos, caminos de amor.


¿Por qué un escriba que es conocedor de la Ley  tiene que preguntar a Jesús qué mandamiento es el principal? ¿quiere el escriba tender una trampa a Jesús?   En esta ocasión parece que no es así. Lo cual nos lo confirma el propio evangelio pues al final de esta escena Jesús emite un juicio muy positivo sobre este escriba.  ¿Cuál es la situación que motiva, entonces, esta escena?  La Ley era para los judíos muy importante y articulaba la gran mayoría de los aspectos de la sociedad israelita.  Al principio la Ley solo fueron 10 preceptos, los que Dios entregó a Moisés en el Sinaí.  Sucede que a partir de aquí y con el paso de los siglos y la evolución de una sociedad nómada a una sociedad más sedentaria, las situaciones humanas se fueron diversificando y las leyes se fueron multiplicando.  La ley busca regular las situaciones humanas.  Ante nuevas situaciones se hubieron de crear nuevas leyes.  Por eso en tiempos de Jesús los 10 primeros mandamientos del Sinaí se habían convertido en cientos de leyes de la más diversa índole.  Dentro de esa abundante legislación, a veces era difícil saber qué era lo más importante.  Aquí se encuadra la pregunta de nuestro escriba.
Jesús lo tiene claro.  No hay lugar a dudas: no puede haber mandamiento o ley mayor que aquella que manda amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Hay que notar que el amor que el hombre debe a Dios no es cualquier amor. Hasta cuatro expresiones concretan y detallan cómo ha de ser este amor: con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.  A Dios no le podemos dar el amor que nos sobra.  Un amor así planteado no es el que se cumple dedicando a Dios media hora a la semana. O cinco minutos al día. Y en estrecha y necesaria correlación con este primer mandamiento se encuentra el amor debido al prójimo. Como te quieres a ti, como te preocupas por ti, como velas por tu salud, por tu familia, por tu trabajo, hazlo con la misma intensidad en todo lo que respecte a tu prójimo: a la persona o personas con las que convives, trabajas, te relacionas.  Cuando uno es capaz de salir de sí mismo, de sus propias cosas, para estar más pendiente de lo que le sucede al otro… entonces ya está empezando a recorrer este camino del amor al prójimo.
Son solo estos dos mandamientos principales que, como cristianos, tenemos que vivir intensamente, los demás derivan de éstos.  A lo mejor alguno se pregunta por qué está obligado siquiera a cumplir estos dos mandamientos. Nadie nos obliga a cumplirlos. Solo que el cristiano sabe que amor con amor se paga.  A tanto amor recibido uno solo puede responder amando.  Para nosotros estos mandamientos no son leyes que coartan nuestra libertad, es nuestra manera libremente asumida de responder a tanto amor que hemos recibido de Dios y de nuestros prójimos. Así entendidos, los mandamientos son caminos para la plena realización del hombre.


Rubén Ruiz Silleras.

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