Cuaresma: Un encuentro con Jesucristo. (28-2-2016)

CUARESMA: UN ENCUENTRO CON JESUCRISTO

      Queridos hermanos en el Señor:      

      Os deseo gracia y paz.            

       En nuestra común vocación cristiana hay rasgos emergentes que indican una necesidad profunda que no puede ser ignorada ni descuidada: anunciar con la vida la gozosa noticia que es Jesucristo. El anhelo de vida plena que anida en el interior de cualquier persona solamente se cumple en Jesucristo.       Vivimos en un contexto plural caracterizado por diversas perspectivas, diferentes puntos de vista y un amplio horizonte de ideas. Pero, cuando contemplamos a Cristo crucificado, pasamos de las cosas pensadas, de los razonamientos, reflexiones y opiniones, a la experiencia vivida y transformadora.      

      La cruz gloriosa de Cristo resume todo el sufrimiento del mundo y manifiesta la potencia del amor. En la cruz se refleja la radical respuesta victoriosa del amor. Estamos ante una actitud más que humana, sobrenatural, pero, simultáneamente, surgida de nuestra misma naturaleza humana, impregnada de nueva vida.      

       A partir del bautismo hemos sido injertados como sarmientos en el Misterio pascual de Jesucristo, en su propia Persona. Descubrimos esta raíz vital que nos nutre y sustenta. Experimentamos la savia de vida que nos comunica. Deseamos dar fruto, compartir con otros el nuevo sentido que percibimos en la experiencia de cada día, en el desarrollo cotidiano de nuestro vivir que se abre a un horizonte nuevo y mejor.       

       Hasta alcanzar la meta de la Pascua, durante nuestro recorrido cuaresmal, pedimos al Señor que nos conceda una fe más sólida y firme, una esperanza más paciente y confiada, un amor más generoso y comprometido.      

        Pedimos, con insistencia y confianza: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” (Sal 51[50],12). Realmente, Dios puede crear en nosotros un corazón nuevo, puro, sincero, humilde. Solamente Él es capaz de rehacernos, de restaurarnos, de renovarnos, para que estemos injertados en la vid que nos garantiza alimento y vida.      

       En el camino de Cuaresma nos encontramos con la salvación, mejor, con el Salvador, que sale a buscarnos. El encuentro con Jesucristo no es superfluo, ni ocasional, porque Él hace de cada momento experiencia de gracia y tiempo oportuno. Resuenan en nuestros oídos las palabras de san Pablo: “ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación” (2 Cor 6,2).      

      Hemos de valorar este “ahora” que se nos regala como ocasión única e irrepetible. Dios ha querido descender hasta la raíz del sufrimiento humano y, en el abismo de nuestra miseria, enciende una luz de misericordia que ilumina un nuevo y definitivo amanecer. “Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo” (2 Cor 5,17).        

     Jesucristo es el único que nos revela la auténtica verdad y quien nos concede la genuina libertad. Él es la luz que ilumina al mundo para entender con hondura la realidad y transformarla con el poder renovador del amor.            

       Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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