Recuperar la esperanza caminando hacia adelante (6-11-2016).

RECUPERAR LA ESPERANZA CAMINANDO HACIA ADELANTE

      Queridos hermanos en el Señor:

       Os deseo gracia y paz.

      Con la solemnidad de Todos los Santos y la conmemoración de los fieles difuntos dirigimos nuestra mirada hacia el destino final de nuestra peregrinación terrena. El mes de noviembre comienza celebrando el triunfo de la santidad, recordando a quienes nos han precedido en el encuentro con el Señor y haciéndonos sentir corresponsables en el aquí y ahora. Podríamos señalar tres dimensiones del tiempo: el pasado que recordamos con gratitud, el presente que vivimos con pasión y el futuro que abrazamos con esperanza.  

      1) Agradecemos el pasado cuando recordamos a nuestros seres queridos. Mencionar el nombre de cada uno nos remite al momento de su bautismo, que supuso para ellos la puerta de la fe, la apertura a una nueva vida marcada por el amor del Padre, el encuentro con Jesucristo y el sello del Espíritu Santo. Con la imposición del nombre ingresaron en la comunión de los santos. Ofrecemos sufragios por aquellos que, a través de la muerte, han pasado del tiempo a la eternidad y lo hacemos con sereno reconocimiento, con profunda gratitud. Despojados de todo, pero revestidos de Cristo, los fieles difuntos, cruzando el umbral de la muerte, se presentan ante el Padre justo y misericordioso.  

       2) El triunfo de la santidad hace menos penoso el caminar de cada día y nos abre a una gozosa participación en los acontecimientos que van tejiendo nuestra experiencia cotidiana: alegrías y tristezas, encuentros y desencuentros, éxitos y fracasos, logros y desilusiones. El triunfo de la santidad no solamente hace soportable cada circunstancia, sino que nos otorga la serena certeza de que, también nosotros, hemos sido elegidos por amor y para amar, para vivir amando en plenitud, sin recelos, sin miedos, sin ahorrar esfuerzos. El triunfo de la santidad alivia y aligera nuestro presente, nos hace salir de nuestra mediocridad y nos impulsa a vivir, sencillamente, de otra manera. El triunfo de la santidad impide que olvidemos nuestra común y universal vocación a la santidad. Una santidad que es regalo, don y gracia; y también tarea, compromiso y responsabilidad.  

       3) En medio de las fatigas anhelamos descanso; rodeados de tinieblas, deseamos encontrar la luz; aletargados por el peso de muchos sueños irrealizables, buscamos las certezas que no se devalúan; conscientes de la soledad que nos ahoga, salimos al encuentro de la verdadera comunión con los hermanos; desconsolados y afligidos, escuchamos el anuncio de una Buena Noticia que nos reanima y nos pone en movimiento; desde el desaliento y la desorientación que caracterizan a nuestra sociedad, avanzamos hacia la genuina esperanza, que, para nosotros tiene un rostro: Jesucristo, el rostro de la misericordia del Padre.       

      Somos un pueblo que camina, con el continuo deseo de regresar a nuestra auténtica patria, pues hemos sido creados por Cristo y para Cristo y todo se mantiene en Él. Pero es un regreso que no nos lleva hacia atrás, sino adelante, hacia la novedad del porvenir, hacia algo inédito que ni siquiera podemos intuir.      

      La fe en la vida eterna nos permite dar el paso adelante decisivo en cada momento. Sin detenernos nostálgicamente añorando el pasado, sino rememorándolo con gratitud; sin despreciar el presente, sino aprovechándolo y viviéndolo con pasión; sin desesperar del futuro, sino caminando decididamente hacia el mañana, desconocido y añorado, ignorado y deseado como tiempo y espacio de un encuentro que ya saboreamos, pero que todavía no vivimos en plenitud.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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