Seguir a Jesús, una propuesta (9-6-2013)
SEGUIR A JESÚS, UNA PROPUESTA
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Durante el mes de junio, algunos de vosotros, especialmente jóvenes, tomáis decisiones importantes que conciernen a vuestro presente y a vuestro futuro. Os informáis sobre las distintas posibilidades que se os presentan en el ámbito de la enseñanza y en el de la actividad profesional. Recibís informaciones que ponderáis en medio de dudas, inseguridades e incertidumbres.
Algunos lo tenéis claro desde hace tiempo. Otros no habéis adoptado todavía una decisión firme, pero tenéis unas referencias orientativas. También habrá quienes decidan en el último momento, tal vez por exclusión.
Existe una propuesta seria, integradora, comprometida. Entre todas las posibilidades, cabe, también, pensar en seguir a Jesucristo de un modo más cercano, más determinante, y para siempre, en el sacerdocio o en la vida consagrada. Es una propuesta de futuro con garantía de plenitud y de felicidad. Se trata, sencillamente, de escuchar con atención al Señor que dice: “Sígueme”.
Esto significa iniciar un camino, orientar la vida en torno a una persona, Jesús, que llama con amor e invita con persuasión a un estilo de ser, de pensar y de actuar que colma todas las aspiraciones humanas, porque se basa en una relación intensa y fecunda de amistad fiel.
Tanto Abraham, nuestro padre en la fe, como los discípulos de Jesús recibieron una llamada que les exhortaba a abandonar un tipo de vida conocido, para caminar tras la promesa de un futuro nuevo y desconocido, pero marcado por una presencia, la del Señor. Quien percibe la voz del Señor, quien escucha el murmullo suave de su llamada insistente, se siente guiado por una fuerza misteriosa a abandonar su conocido modo de vivir y a emprender, con confianza, un nuevo camino.
El lugar decisivo de la experiencia de Jesús es el seguimiento. Seguir a Jesús significa compartir sus sentimientos, sus intenciones, su palabra, sus entrañas de misericordia.
Desde la experiencia del Señor, caminar por las calles abarrotadas significa tener capacidad de ver en cada rostro el perfil de un hermano. Significa mirar a las personas de un modo totalmente diferente. Jesucristo despierta en nosotros pensamientos y sensaciones totalmente distintos de los que solemos tener.
Seguir a Jesús significa iniciar un nuevo estilo de vida donde las palabras van acompañadas por los hechos, los principios son inseparables de la conducta coherente y las enseñanzas van unidas al ejemplo personal.
La vocación es una llamada y un envío. Una invitación a estar con Él, para ser enviado por Él a transitar por los senderos de la historia, con una alegría desbordante en el corazón que se expresa en gestos y palabras de amor y de esperanza.
La vocación es siempre un don gratuito por parte de Dios. Y a la vocación corresponde, por parte de la persona, una aceptación de fe, una adhesión incondicional, que se basa en la sola certeza de Dios, en su fidelidad y bondad.
Seguir a Jesús quiere decir responder a una llamada al servicio de Dios y de los hombres, en la vida y en la misión de la Iglesia. ¿Por qué no te lo planteas?
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca.