"La Iglesia con todos, al servicio de todos" (17-11-2013)

“LA IGLESIA CON TODOS, AL SERVICIO DE TODOS”

      Queridos hermanos en el Señor:  Os deseo gracia y paz.

       En los últimos compases del Año de la Fe, celebramos el Día de la Iglesia Diocesana con el lema “La Iglesia con todos, al servicio de todos”.  En primer lugar, tomamos conciencia de que en la Iglesia la piedra angular en Jesucristo, que, desde el Padre y junto con el Padre, nos envía el Espíritu Santo como agente de cohesión. El Espíritu Santo nos une a Dios Trinidad, y no vincula, con sólidos lazos de fraternidad, unos con otros. En la Iglesia no puede haber exclusiones. Todos somos necesarios. A cada cual le corresponde una misión, una tarea peculiar, según su específica vocación.      

       La Iglesia está integrada por los ministros ordenados, con su característica vocación de servicio; todos los que viven con gratitud y responsabilidad su carisma en la vida consagrada, y tantos seglares, adultos o ancianos, jóvenes y niños, que han sido llamados a participar del don de la fe y han sido enviados, como testigos creíbles, a anunciar y transmitir la luz que procede de Jesucristo e ilumina la noche del mundo.        

        La Iglesia cuenta con todos, a nadie excluye, no prescinde de nadie porque de todos necesita.      

        La Iglesia es, esencialmente, servidora. Escucha al Señor, transmite su palabra, celebra su presencia en los sacramentos y vive el ministerio de la caridad. La Iglesia se sitúa al servicio de todos, especialmente de los más desfavorecidos, de quienes se sienten excluidos y marginados, de quienes viven en situación de necesidad, en estado de penuria. Con ellos realiza un proceso de reconstrucción, de restauración, de curación de heridas, de consuelo de las aflicciones, de acompañamiento y cercanía.       

       La Iglesia es misionera, se siente enviada, urgida, a comunicar, a compartir, a anunciar la Buena Noticia con gestos y palabras, con acciones y silencios de recogimiento, gratitud y alabanza.    

       En este día se fortalecen los vínculos, se acrecienta el sentido de nuestra pertenencia a la Iglesia Diocesana. Miramos a nuestro alrededor, a las parroquias más próximas, y también a los más lejanos pueblos de nuestra Diócesis, y sentimos que sus problemas son nuestros problemas, que sus inquietudes son las nuestras; hacemos nuestros sus desafíos y compartimos, unos y otros, una misma esperanza, basada en la fe común vivida activamente en el amor.  Nuestra Diócesis necesita la colaboración económica de todos. Un sencillo gesto de compartir, por minúsculo que nos pueda parecer, tiene repercusión en todas las demás comunidades. La generosidad de cada uno es como una nota musical que se integra en la melodía común.  “Ayuda a tu parroquia, ganamos todos”. El efecto de la generosidad es inmediato. El eco de un corazón que late en sintonía de amor llega a los más recónditos espacios de nuestra Diócesis.       Todos ganamos si todos nos comprometemos a compartir y compartirnos,  a colaborar y ofrecer nuestro tiempo, nuestras cualidades, nuestras posibilidades y la poderosa eficacia de nuestra fraterna oración.            

        Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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