Sagrada Familia (29-12-2013).

SAGRADA FAMILIA

      Queridos hermanos en el Señor:  Os deseo gracia y paz.

       Hemos nacido en el seno de una familia. En ella fuimos acogidos incondicionalmente, con nuestras cualidades y limitaciones, con nuestras virtudes y deficiencias, con nuestras posibilidades e incapacidades.  El recuerdo de nuestra familia siempre es agradecido. Nuestra memoria siempre es gozosa, porque recibimos mucho más de lo que podemos devolver, compartimos mucho más de lo que podemos poner a disposición de los demás y sentimos la responsabilidad de comunicar y transmitir lo que supone,  ha supuesto y supondrá la familia en nuestra vida.  Nuestra mirada también se dirige a la Familia de Nazaret, hogar del Amor naciente; espacio de convivencia en y con el misterio; ámbito de relaciones tejidas desde la humildad, el silencio, el trabajo y la vida doméstica; escuela de virtudes.  

       Con la Sagrada Familia se inaugura un nuevo período en la historia de la humanidad, una manera nueva de vivir y de convivir, una forma novedosa de compaginar el trabajo con la presencia en las festividades religiosas.

        La Sagrada Familia es el lugar elegido por el Verbo para plantar su tienda entre nosotros.      

En la formulación del decálogo, los tres primeros mandamientos tienen como horizonte nuestra relación con Dios. Los preceptos de la segunda tabla regulan nuestra relación con los demás. Y el primer mandamiento del segundo bloque es el primero que tiene asociada una promesa: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Ex 20,12).      

       El libro del Eclesiástico nos enseña: “Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros. Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor” (Eclo 3,3-4.6).       

        En la Sagrada Escritura la revelación es expresión de una historia de amor, la historia de Dios con los hombres. Por eso, la unión de un hombre y una mujer en la alianza del matrimonio fue asumida como símbolo de la historia de la salvación.      

        El amor y la entrega de los esposos, con sus específicas notas de exclusividad, fidelidad, permanencia en el tiempo y apertura a la vida, son los pilares de la comunidad de vida y amor que es el matrimonio.      

         Hoy está en peligro la estabilidad de la familia. Es preciso trabajar por la familia y con las familias con actitudes de paciencia, esfuerzo, sacrificio y búsqueda constante.      

         En la familia aprendemos a recibir el amor, aprendemos a acoger y acompañar la vida, aprendemos a dar la vida.      

        Nuestro momento histórico pide a las familias un testimonio coherente, firme, propositivo, estimulante, ejemplar.      

         La familia es una institución fundamental para la humanidad. El futuro se fragua en la familia.      

         Que el hogar de Nazaret sea la luz que guíe la vida de nuestras familias para que sean escuelas de humanidad, transmisoras de la fe, testigos de esperanza y hogares del amor incondicional.            

         Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

 

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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