Carta a los ancianos (25-10-2015)
CARTA A LOS ANCIANOS
Queridos ancianos:
Os deseo gracia y paz.
Tal vez os sorprenda leer esta carta porque no os consideráis realmente ancianos. Habéis oído hablar de la tercera edad, del otoño de la vida, de la segunda juventud o del hecho de volver a ser padres cuidando a los nietos. Asumís el peso y el paso del tiempo. Aceptáis el proceso gradual del debilitamiento físico. Vuestras fuerzas corporales disminuyen. Las visitas a los médicos se hacen más frecuentes. Necesitáis un apoyo para caminar con más seguridad. El oído se vuelve selectivo. Los ojos se llenan con frecuencia de lágrimas al recordar a tantas personas queridas. El pulso se vuelve menos firme.
Vuestras canas son la admirable consecuencia de muchos esfuerzos por sacar adelante a vuestras familias. Las arrugas de vuestros rostros son la viva expresión de vuestros sacrificios y renuncias, de vuestra entrega y de vuestra generosidad.
Vuestro corazón sigue necesitando afecto. Vuestra sensibilidad está a flor de piel. Valoráis cualquier gesto de aprecio, y os entristecen las palabras cortantes y la falta de delicadeza. Ocultáis muchas furtivas lágrimas que se asoman a vuestros ojos cuando sufrís por dentro.
Os pedimos perdón porque, con demasiada frecuencia, silenciamos vuestra voz o no prestamos atención a vuestras palabras. Os pedimos perdón porque, al recordaros que debéis tomar la medicación o hacer algo de ejercicio, no lo hacemos con paciencia y con una sonrisa en los labios y en el corazón. Os pedimos perdón porque no os hemos dicho, con la voz y con la vida, que os queremos y que sois nuestro tesoro. Os pedimos perdón por tantas cosas.
Todos necesitamos prestar atención a vuestros consejos y recibir el caudal de vuestra experiencia y de vuestra sabiduría.
Sabéis que tenéis un aliado en el Papa Francisco, que repite con mucha frecuencia que los ancianos sois los que nos traéis la historia, nos traéis la doctrina, nos traéis la fe y nos la dais en herencia. Sois los que, como el buen vino envejecéis, tenéis esta fuerza dentro para darnos una herencia noble.
El Papa afirma que un pueblo que no custodia a los ancianos, un pueblo que no respeta a los ancianos, no tiene futuro, porque ha perdido la memoria.
Vosotros habéis tenido un papel heroico en la transmisión de la fe. Os habéis preocupado de dar un buen ejemplo a vuestros hijos. Os habéis sacrificado por darles la mejor educación. Y ahora sentís una intensa aflicción al ver a vuestros nietos, que son, ciertamente, los mejores, pero que no comparten vuestra forma de vivir, vuestro amor a Jesucristo y a la Iglesia. Pero seguís rezando por ellos, anhelando el día en que podáis rezar con ellos.
Algunos de vosotros trabajáis más que cuando estabais en edad laboral. Tenéis más tiempo, pero no menos preocupaciones y responsabilidades. Vuestra nueva situación os permite seguir ayudando a los demás.
Alguien ha dicho que uno se vuelve viejo cuando deja de intentar aprender, cuando deja de procurar mejorar y cuando deja de crecer por dentro. Pero vosotros no sois viejos. Sois nuestro tesoro.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca