"Destinados a proclamar las grandezas del Señor" (17-1-2016)
“DESTINADOS A PROCLAMAR LAS GRANDEZAS DEL SEÑOR”
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
“Destinados a proclamar las grandezas del Señor” es el lema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. A lo largo de estos días oramos, nos comprometemos y caminamos.
1) Oramos. La unidad no se logra solamente como resultado de un eficiente proyecto humano, ni es consecuencia mecánica de una programación equilibrada. Es un don de Dios que hemos de pedir con insistencia confiada y con esperanza renovada, sin cansancios extenuantes ni agotamientos prematuros. Como cristianos vivimos nuestra común vocación de proclamar las grandes hazañas realizadas por Dios en la historia de la salvación. A la luz de la resurrección de Jesucristo descubrimos la grandeza del Señor: “su amor que estremece la tierra, que remueve las piedras, que nos libera, que nos llama a la luz de un nuevo día” (Materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos 2016).
2) Nos comprometemos a ser fieles a la voluntad del Señor Jesús que quiere que todos seamos uno como el Padre y Él son uno.
Con frecuencia nos preguntamos: ¿qué es lo que nos une? Descubrimos y valoramos la participación en el único bautismo; apreciamos la importancia de la Palabra de Dios, escuchada y proclamada con devoción, como Palabra que nos llama a la comunión y nos empuja hacia la unidad; reconocemos el avance en el ecumenismo espiritual; somos sensibles al crecimiento del clima de respeto y apreciamos los dones característicos de cada confesión cristiana; nos responsabilizamos conjuntamente en el cuidado de la creación; somos conscientes de la oración hecha vida y realizada en común; nos estimula el conjunto de actividades del ecumenismo práctico en el ámbito socio-caritativo; agradecemos el testimonio de los mártires; compartimos el deseo ardiente de la unidad, aunque todavía quedan muchos obstáculos por superar.
Pero es más importante que nos preguntemos: ¿Quién es el que nos une? Es el Señor quien nos convoca y nos invita a la unidad. Es Él quien, con amor, nos reprocha la incoherencia de la división, la falta de armonía. La división entre los cristianos sigue siendo un obstáculo para la evangelización. Es Jesucristo quien nos une a través del Espíritu Santo, fuente de unidad y de santidad.
La vida común en Cristo será posible en la medida en que todos y cada uno nos acerquemos más al Señor. El ecumenismo crece cuando estamos más cerca de Jesucristo. Él nos hace reconocer en el perfil de cada creyente el rostro de un hermano.
3) Caminamos por senderos de unidad, sin buscar atajos que nos lleven fácilmente y sin esfuerzo a la meta. El recorrido lo hacemos juntos, contando con el diferente ritmo de cada grupo de hermanos, sin acelerar el paso, pero sin detenernos, más allá de lo imprescindible, para recuperar fuerzas y proseguir avanzando.
En nuestro mundo saturado de palabras, donde se extiende la globalización de la indiferencia, cuanto más unidos estemos en Cristo, a través del amor y de la misericordia, más fieles seremos a nuestra vocación.
“A veces el ecumenismo puede parecer complicado. Sin embargo, la comunión alegre, la comida compartida y la oración y la alabanza común son los caminos de la sencillez apostólica. En estos obedecemos al mandamiento de amarnos unos a otros y proclamamos nuestro Amén a la oración de Jesús por la unidad” (Materiales).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.