Ayudar a crecer en la libertad responsable (10-7-2016)
AYUDAR A CRECER EN LA LIBERTAD RESPONSABLE
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Durante estos meses estivales, en los que los hijos pasan más tiempo en contacto con los padres, es preciso ayudarles a crecer en la maduración de una libertad responsable. Es necesario evitar la obsesión, que lleva a exasperar a los hijos, para ofrecerles la corrección adecuada con el tono oportuno y el gesto más propicio.
El Papa Francisco escribe en la Exhortación apostólica “Amoris laetitia”: “la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo. (…) se trata de generar procesos, más que de dominar espacios. Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De este modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos” (AL 261). En los textos sapienciales del Antiguo Testamento se recomienda con mucha frecuencia la necesidad de escuchar el consejo y la instrucción y de aceptar la corrección. Recordemos algunos versículos del libro de los Proverbios. En primer lugar, dos sobre la instrucción: “Escuchad, hijos, la instrucción paterna; prestad atención y adquirid inteligencia” (Prov 4,1); “escucha el consejo, acepta la instrucción, y en el futuro llegarás a sabio” (Prov 19,20). Y otros tres sobre la corrección: “hijo sabio ama la disciplina, hijo insolente rechaza la corrección” (Prov 13,1); “hombre que rechaza la corrección fracasará de repente y sin remedio” (Prov 29,1); “si corriges a tu hijo, vivirás tranquilo, además te colmará de satisfacción” (Prov 29,17).
La corrección requiere ejemplo, guía, orientación, instrucción, enseñanza. También se relaciona con la necesidad de exhortación, acompañamiento y discernimiento. En el Nuevo Testamento se nos dice: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos; criadlos educándolos y corrigiéndolos según el Señor” (Ef 6,4); “padres, no exasperéis a vuestros hijos no sea que pierdan el ánimo” (Col 3,21). Un excesivo control lleva a que el hijo se convierta en un pusilánime, término que el Diccionario de la Real Academia Española define como “falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes”. Uno de los elementos que se oponen a la sana corrección es la adulación: “Es más estimado el que corrige que el hombre de lengua aduladora” (Prov 28,23); “el hombre que adula a su amigo le tiende una trampa a los pies” (Prov 29,5); “barniz aplicado a vasija de barro, las palabras dulces con malas intenciones” (Prov 26,23). Hay momentos en los que, con exhortaciones vivas y contundentes, es preciso advertir sobre los caminos equivocados. Por ejemplo, la pereza: “La puerta gira en sus goznes y el vago en la cama. El vago mete la mano en el plato y la cuesta llevársela a la boca” (Prov 26,14-15). O la vanagloria: “Que otro te alabe, nunca tu boca; que sea un extraño, nunca tus labios” (Prov 27,2). O la embriaguez: “¿De quién los quejidos? ¿De quién los lamentos? ¿De quién las peleas? ¿De quién los pleitos? ¿De quién las heridas sin motivo? ¿De quién la mirada extraviada? De la gente que se pasa con el vino y anda catando bebidas” (Prov 23,29-30). O las promesas incumplidas: “Nubes y viento que no traen lluvia, quien presume de dar y no da” (Prov 25,14). No olvidemos que la educación es un cultivo de la libertad.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.