Adviento orienta neustra mirada hacia Cristo (27-11-2016)

ADVIENTO ORIENTA NUESTRA MIRADA HACIA CRISTO            

      Queridos hermanos en el Señor:  

      Os deseo gracia y paz.

       Comenzamos un nuevo año litúrgico. El Señor nos concede el tiempo de Adviento como un regalo para vivir en actitud de gozosa esperanza, para mirar con ojos nuevos nuestra espesa realidad, para descubrir una nueva luz que nos orienta y acompaña, para convertirnos nosotros también en personas-signo, cuya vida y cuyo testimonio es expresión elocuente de una transformación interior.  Hay muchas personas a nuestro alrededor que experimentan el oscurecimiento o la pérdida del sentido de la vida. No perciben el significado trascendente de la existencia. Al no conocer por qué, para qué y para quién viven, se dejan arrastrar con facilidad por la desilusión, la desesperación, el ímpetu del presente efímero, la agresividad, el resentimiento, la violencia verbal y física, la crueldad, la anarquía de los sentidos, la destrucción producida por la droga, la indiferencia y el pasotismo. Viven en medio de una gélida noche oscura, sin referencias ni posibilidades de cambio. Para muchas personas no existe un mañana mejor porque nunca amanece en sus vidas.  La única respuesta es Jesucristo en persona. Adviento orienta nuestra mirada hacia Cristo que viene, que se acerca hasta nosotros, para encender en nuestro interior una llama que nada ni nadie podrá extinguir. Adviento nos anima a vivir con nuevas actitudes: respeto, confianza, amabilidad, aceptación profunda y sincera de los proyectos de Dios, fe arraigada en Él, esperanza sostenida por Él, amor que brota de Él.       

     Aunque nuestras parroquias, grupos y comunidades sean pobres en recursos humanos; aunque nuestros pueblos sean un pálido reflejo de tiempos mejores; aunque nuestras circunstancias sean muy precarias; aunque carezcamos de muchas cosas que consideramos imprescindibles, urgentes y necesarias; aunque nuestras posibilidades sean muy limitadas; aunque nuestras capacidades disminuyan con el paso del tiempo, Adviento descubre ante nosotros nuevas posibilidades de entusiasmo y de tenacidad, para vivir un nuevo estilo de existencia basado en el Evangelio, tanto en la familia como en la sociedad, en los pueblos y en las ciudades. Adviento nos comunica una visión de la vida que tiene como fundamento el mensaje de Jesucristo.       

     Adviento nos asegura que Dios continúa dándonos su fuerza y su luz, su presencia y su ayuda, su cercanía y su amor. Reconocemos la triple venida del Señor: su venida histórica en la humildad de Belén; su venida en cada persona y en cada acontecimiento; su venida final al concluir el tiempo.       Adviento es una ocasión de oro para comunicar un anuncio que lleve a los creyentes e increyentes, a los indiferentes y a los agnósticos, a los que rechazan a Dios y a quien ya lo han olvidado, a redescubrir el significado de una experiencia trascendente y a la vez existencial capaz de renovar la vida. Un testimonio integrado, creíble, capaz de enfrentarse con la mentalidad corriente y el discurso de los valores dominantes, que abre un resquicio de luz porque orienta la mirada hacia una persona que viene: Jesucristo. Alguien que nos sale al encuentro y que nos espera en el camino.      

       La Virgen María que, por obra del Espíritu Santo, llevó en su seno inmaculado y dio al mundo el Verbo hecho hombre, nos sostiene en el camino, nos ayuda a no perder el paso, nos indica la meta a la que tiende el ritmo de los días y de nuestro testimonio cotidiano.      

       ¡Feliz nuevo año litúrgico!      

        ¡Feliz Adviento!

       Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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