Las cuatro de la tarde (4-2-2018)
LAS CUATRO DE LA TARDE
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Leemos en el evangelio según san Juan: “Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: "Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: "¿Qué buscáis?". Ellos le contestaron: "Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?". Él les dijo: "Venid y veréis". Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima” (Jn 1,35-39).
La hora décima equivale a las cuatro de la tarde. ¡Qué impresionante fue aquel encuentro para dejar en la memoria el recuerdo preciso de una hora concreta!
El Papa Francisco comentó esta escena en la Audiencia general el 30 de agosto de 2017. Para los dos discípulos de Juan Bautista fue una “chispa”. Jesús, “experto en el corazón humano”, se encontró con “dos jóvenes en búsqueda, sanamente inquietos”, se dirigió a ellos y les planteó la pregunta decisiva: “¿Qué buscáis?”.
El Papa comentó: “Jesús, a través de todo el Evangelio, en todos los encuentros que tiene a lo largo del camino, se muestra como un "incendiario" de los corazones. De ahí esa pregunta suya, que busca hacer brotar el deseo de vida y de felicidad que cada joven lleva dentro: "¿Qué buscas?"”.
¿Qué es lo que buscan los jóvenes de todos los tiempos en su corazón? Los discípulos de Juan Bautista se encontraron con Jesús y comenzaron una amistad tan fuerte “que impone una comunidad de vida y de pasiones con Él”.
Los dos discípulos -Andrés y Juan- “comienzan a estar con Jesús y enseguida se transforman en misioneros, porque cuando termina el encuentro no se vuelven a casa satisfechos: tan es así, que sus respectivos hermanos -Simón y Santiago- pronto se enrolan también en ese seguimiento”. Andrés y Juan son “misioneros de ese encuentro”. El primer indicador de su vocación es “la alegría del encuentro con Jesús”.
El Papa afirmó: “toda vocación verdadera comienza con un encuentro con Jesús que nos da una alegría y una esperanza nuevas; y nos lleva, incluso a través de pruebas y dificultades, a un encuentro cada vez más pleno –crece ese encuentro-, más grande, al encuentro con Él y a la plenitud de la alegría”. Y añadió: “El Señor no quiere hombres y mujeres que caminen detrás de Él de mala gana, sin tener en el corazón el viento de la alegría”.
Siguió explicando el Papa: “Jesús quiere personas que hayan experimentado que estar con Él da una felicidad inmensa, que se puede renovar cada día de la vida. Un discípulo del Reino de Dios que no sea alegre no evangeliza este mundo, es uno triste. Uno no llega a ser predicador de Jesús afinando las armas de la retórica”.
Es verdad, el testimonio cristiano no depende de la locuacidad, de la facilidad para encadenar palabras, ni de los argumentos contundentes. Según el Santo Padre, uno se convierte en predicador de Jesús “guardando en los ojos el brillo de la auténtica felicidad”.
El cristiano, como la Virgen María, es capaz de custodiar “la llama de su enamoramiento”. Los que habían sido discípulos del Bautista encontraron en Jesús la respuesta a sus corazones en búsqueda. El Señor incendió sus corazones y los llamó al seguimiento. Desde aquel momento, tenían en el corazón el viento de la alegría, guardaron en sus ojos el brillo de la auténtica felicidad, custodiaron la llama del enamoramiento y se convirtieron en misioneros de aquel encuentro que tuvo lugar a las cuatro de la tarde.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca