La eucaristía es el memorial del amor de Dios (3-6-2018)
LA EUCARISTÍA ES EL MEMORIAL DEL AMOR DE DIOS
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
En la solemnidad del Corpus Christi celebramos con especial intensidad el memorial de la historia de amor de Dios por nosotros. No se trata de un recuerdo más. No es una vuelta nostálgica hacia el pasado. No es una mirada hacia acontecimientos que han quedado en un tiempo que ya no existe. El sacramento de la Eucaristía actualiza, de modo real y tangible, lo que el Señor hizo en la historia de la humanidad.
El pueblo de Israel caminó con mayor determinación por el desierto cuando rememoró las obras del Señor en su vida. Nuestra propia historia de salvación se fundamenta en todo lo que el Señor ha hecho por nosotros, en nosotros y con nosotros.
El año pasado, el Santo Padre Francisco decía en esta solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo: “Recordar es esencial para la fe, como el agua para una planta: así como una planta no puede permanecer con vida y dar fruto sin ella, tampoco la fe si no se sacia de la memoria de lo que el Señor ha hecho por nosotros”. Y añadía: “La memoria es importante, porque nos permite permanecer en el amor, re-cordar, es decir, llevar en el corazón, no olvidar que nos ama y que estamos llamados a amar”. Recordar es volver a pasar por el corazón.
En la liturgia del Corpus Christi hay una apremiante llamada a no olvidar: “Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer (…). Guárdate de olvidar al Señor, tu Dios (…). No sea que (…) se engría tu corazón y olvides al Señor, tu Dios (…); que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres” (Dt 8,2.11.12.14.16). Jesucristo nos dice: “Haced esto en memoria mía” (1 Cor 11,24). San Pablo nos exhorta: “Acuérdate de Jesucristo” (2 Tim 2,8).
Con demasiada frecuencia, nuestra memoria es frágil y quebradiza. Está debilitada porque vivimos inmersos en muchos acontecimientos que pasan por nuestra vida sin dejar rastro. Somos, según decía el Papa, “hambrientos de novedad, pero pobres de recuerdos”, de modo que “viviendo al instante, se corre el peligro de permanecer en lo superficial, en la moda del momento, sin ir al fondo, sin esa dimensión que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos”.
Pero, en medio de la fragmentación de la vida, el Señor sale a nuestro encuentro en el Pan de la vida, “haciéndose alimento humilde que sana con amor nuestra memoria, enferma de frenesí”. Porque la Eucaristía es el memorial del amor de Dios, la actualización, gozosa y a lo vivo, en la que se nos da “todo el sabor de las palabras y de los gestos de Jesús, el gusto de su Pascua, la fragancia de su Espíritu”. Recibiendo la Eucaristía “se imprime en nuestro corazón la certeza de ser amados por Él”.
La Eucaristía es memorial, acontecimiento que actualiza el pasado, lo hace presente, nos permite vivirlo con intensidad aquí y ahora, y nos abre en esperanza hacia el futuro. El memorial eucarístico no es una memoria abstracta, fría o conceptual, sino la actualización viva y consoladora del amor de Dios.
Según decía el Papa, la Eucaristía nos impulsa a vivir con gratitud, “porque nos reconocemos hijos amados y saciados por el Padre”; nos permite vivir la libertad “porque el amor de Jesús, su perdón, sana las heridas del pasado y nos mitiga el recuerdo de las injusticias sufridas e infligidas”; nos hace crecer en paciencia “porque en medio de la adversidad sabemos que el Espíritu de Jesús permanece en nosotros”; nos recuerda que no somos individuos, sino un cuerpo, el santo pueblo fiel de Dios. La Eucaristía es el sacramento de la unidad, y quien la recibe se convierte en artífice y constructor de unidad.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca