Compartir y compartirse en verano
COMPARTIR Y COMPARTIRSE EN VERANO
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Durante estos meses de verano disponemos de más tiempo libre. Dedicamos más y mejores horas a la lectura. Desempolvamos algunos libros que aguardaban en las estanterías el momento oportuno para alimentarnos con sus deliciosas páginas, para acompañarnos en los largos ratos de silencio, para orientarnos con el destello de su luz.
Nos ponemos al día en la lectura, adquirimos nuevas obras que nos acompañarán en las circunstancias más apropiadas. Escuchamos con mayor atención la música que ha penetrado en nuestros corazones en tantas ocasiones. Mantenemos extensas conversaciones en las que intercambiamos experiencias con familiares, amigos, conocidos y hasta desconocidos.
La creación se abre ante nosotros como un libro vivo que nos remite al Creador y nos invita a la contemplación y a la acción de gracias. Dios se revela, se manifiesta en todas las maravillas creadas. Cada paisaje, cada montaña, cada manantial, cada gruta, todos los senderos, los animales todos, las estrellas, son elocuente mensaje de armonía, de belleza y de amor.
Si queremos potenciar y apoyar nuestra presencia como cristianos en medio del mundo, para anunciar a Cristo con audacia y humildad, es imprescindible abrir los ojos a la realidad que nos rodea.
Por ello, no olvidamos a los que no tienen tiempo para descansar. Quienes, por razones profesionales no pueden abandonar, ni siquiera unos días, sus actividades laborales. Quienes, aun en medio del descanso, llevan en la mente y en las entrañas la preocupación por el trabajo, los negocios, los altibajos de la economía, las inquietudes creadas por plazos, facturas e hipotecas. Quienes han aceptado un puesto de trabajo inestable y mal remunerado después de muchos meses de ineficaz búsqueda. Quienes se recuperan de enfermedades en los hospitales, residencias y en sus propios hogares. Esas personas que añoran otros veranos más felices y soportan con ansiedad la evolución lenta y fatigosa de sus dolencias. No olvidamos a los opositores que se dejan la salud y la vida en un esfuerzo continuo y agotador que se parece a una escalada montañosa de inseguro final.
Hay muchas personas que viven en las más contradictorias periferias existenciales: familias desestructuradas; matrimonios conflictivos; padres e hijos que sufren frecuentes y generalizados desencuentros; hermanos que no se hablan o son incapaces de dialogar sin discusiones; todos los que se ahogan en una convivencia cubierta de sombras y recelos.
También existen muchas miserias espirituales entre las personas con las que convivimos, en cada persona concreta, también dentro de nosotros mismos, y en el seno de nuestras comunidades.
En verano hay mucha actividad y también ingente pasividad vivida con mucho sufrimiento. Y nos preguntamos: ¿cómo convertirnos en un regalo para los demás? ¿Cómo lograremos ser un manantial de agua viva, un oasis de vida y descanso para quienes llegan hasta nosotros agotados, hambrientos y sedientos? ¿Cómo conseguir que el día no decline sin que haya más luz, más verdad, más vida, más amor en el mundo?
Necesitamos que el Señor nos inspire, nos sostenga y nos acompañe para que nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras palabras y nuestras acciones, nuestros esfuerzos y toda nuestra actividad puedan brotar del Señor como de su fuente y tiendan siempre a Él como su fin. Porque todo tiene en Él origen, todo se mantiene en Él y todo tiende hacia Él. Todo fue creado por Él y para Él y todo se sustenta en Él. Y sin Él no logramos hacer nada fecundo y útil.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca