Déjate amar por Dios (22-3-2020)
“DÉJATE AMAR POR DIOS”
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Entre el 19 y el 22 de marzo celebramos el Día del Seminario con el lema “Pastores misioneros”. La vocación es consecuencia de una experiencia vital: sentirse amados por Dios.
Los seminaristas aprenden en la oración, en la convivencia diaria, en el estudio, en la actividad pastoral, en los momentos de esparcimiento, a ser pastores, a sentir amor hacia las personas y a desear compartir toda su vida con los demás, en un servicio generoso y altruista que no lleva cuenta de las horas y que no repara en el desgaste.
Los seminaristas han de experimentar personalmente que su familia biológica se amplía. Sin olvidar el vínculo con los padres, hermanos, abuelos y demás familiares, se genera una nueva relación, intensa y extensa. En las parroquias, movimientos, asociaciones, cofradías, hermandades, etc., se van estrechando lazos de amor, de aprecio y reconocimiento. El talante sacerdotal encuentra su fundamento en un tejido de nuevas relaciones basadas en la transparencia, en la sinceridad, en la nobleza de intenciones, en la disponibilidad gozosa, en la entrega permanente, en la confianza. El Señor concede a su grey pastores según su corazón.
Cada vocación es un regalo que procede de lo alto, una gracia que Dios otorga a su Iglesia, una bendición para la comunidad cristiana. Es como una planta que hay que acoger y cuidar con esmero, con la atención y la colaboración de todos, para que crezca fuerte y produzca abundante fruto. Los seminaristas tienen la misión como característica, el corazón universal como distintivo, la constante actitud de salir hacia los demás como peculiar forma de vida, siempre remando mar adentro, confiando en el Señor. El Papa Francisco escribe: “déjate amar por Dios, que te ama así como eres, que te valora y respeta, pero también te ofrece más y más: más de su amistad, más fervor en la oración, más hambre de su Palabra, más deseos de recibir a Cristo en la Eucaristía, más ganas de vivir su Evangelio, más fortaleza interior, más paz y alegría espiritual” (Christus vivit, 161).
Se necesita la colaboración de todos para cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones al sacerdocio. Las nuevas vocaciones requieren la oración personal y comunitaria de todos los miembros de la Iglesia. Así se acompaña el itinerario de oración, de encuentro con Cristo y de vida sacramental y litúrgica de cada seminarista. Y así se garantiza la fecunda y armónica interacción entre madurez humana y espiritual, entre oración y estudio, entre convivencia y actividad pastoral.
Es necesario que los seminaristas sientan la llamada atractiva y fascinante del Señor. El Papa Francisco dirige estas palabras a los jóvenes: “Jesús camina entre nosotros como lo hacía en Galilea. Él pasa por nuestras calles, se detiene y nos mira a los ojos, sin prisa. Su llamada es atractiva, es fascinante. Pero hoy la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que nos bombardean hacen que no quede lugar para ese silencio interior donde se percibe la mirada de Jesús y se escucha su llamada. Mientras tanto, te llegarán muchas propuestas maquilladas, que parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente te dejarán vacío, cansado y solo. No dejes que eso te ocurra, porque el torbellino de este mundo te lleva a una carrera sin sentido, sin orientación, sin objetivos claros, y así se malograrán muchos de tus esfuerzos. Más bien busca esos espacios de calma y de silencio que te permitan reflexionar, orar, mirar mejor el mundo que te rodea, y entonces sí, con Jesús, podrás reconocer cuál es tu vocación en esta tierra” (Christus vivit, 277).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca