¡Verdaderamente ha resucitado! (12-4-2020)

¡VERDADERAMENTE, HA RESUCITADO!
     
      Queridos hermanos en el Señor:
 Os deseo gracia y paz.
     
      El profeta Ezequiel describe, en el capítulo 37 de su libro, la visión del valle de los huesos. La casa de Israel se contempla a sí misma como una multitud innumerable cuyos huesos, faltos de vida, se han secado. Su esperanza se ha desvanecido. Se encuentran perdidos.
      También nosotros experimentamos a nuestro alrededor tantos signos de desesperanza y de muerte. Pero hoy se oye un estruendo, el “Aleluya” de la resurrección, y nuestros huesos se unen, aparecen los tendones, crece la carne recubierta de piel. Desde los cuatros vientos sopla el Espíritu vivificante. Llega el Espíritu sobre nosotros y revivimos, nos ponemos en pie.  
      Jesucristo Resucitado nos devuelve la vida y nos reintegra al auténtico vivir. El Espíritu de Cristo nos vivifica. Si en un momento concreto nos contemplábamos como un inmenso valle de huesos calcinados, sin ilusiones, sin esperanza, acobardados, ahora observamos el milagro de nuestra regeneración personal y comunitaria.
      Allí donde abundaba el pecado, la desgracia, ha sobreabundado la gracia. Nuestro hombre viejo ha sido crucificado con Cristo. Nos dice san Pablo: “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6,8), y nos exhorta: “ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte” (Rom 6,13). Hemos muerto a la realidad en que nos hallábamos prisioneros. Hemos sido liberados, de modo que podamos servir en la novedad del Espíritu.
      Desde hoy, nada puede seguir igual. ¡Verdaderamente, Jesucristo ha resucitado! La resurrección de Cristo no es una ilusión colectiva, sino un acontecimiento que transforma la historia desde dentro, desde sus raíces más profundas, desde la auténtica vida. Él mismo nos dice con actualidad gozosa: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25).
      Es Jesucristo quien hace avanzar la historia. Desde Jesucristo Resucitado se han escrito las más bellas páginas de entrega y generosidad. Es Jesucristo quien ha impulsado las más asombrosas transformaciones interiores, las iniciativas de amor más sorprendentes y fecundas. Con Jesucristo en el corazón, los misioneros han cruzado todos los mares, han abandonado sus seguridades familiares, se han puesto en camino, han traspasado todas las fronteras y han sembrado de Buena Noticia todas las culturas.
      Por Jesucristo, los santos han respondido a los impulsos del Espíritu que les llevaba más allá de los esquemas preconcebidos, de las experiencias conocidas, de los senderos ya trazados, en una pluralidad de carismas, dones gratuitos al servicio de la comunidad.
      En estos días en que muchas personas han sufrido el zarpazo definitivo del Covid-19 podemos anunciar que nadie ha muerto solo. No es lo mismo morir a solas que morir solo. Desde la cercanía más acogedora e incluso desde la distancia, toda situación de muerte ha sido acompañada y sostenida por la oración de la Iglesia. Oración universal para cada situación personal. Desde tantos lugares diversos: desde el amor entrañable y familiar de los hogares, desde los claustros de las personas contemplativas, desde las capillas y las iglesias donde los sacerdotes ofrecemos la eucaristía por los sufrientes y los agonizantes. Hay muchos gestos de vida en medio de tanta soledad. Cada detalle se transforma en una plegaria; cada carencia, en una intercesión; cada pincelada de entrega, en un cuadro armonioso de comunión; cada tesela de proximidad, en un mosaico de caridad.
      Jesucristo ha resucitado. Resucitemos con Él. Aleluya. Amén.
      ¡Feliz Pascua!
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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