¡Ven Espíritu Santo! (23-5-2021)
¡VEN, ESPÍRITU SANTO!
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
“Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro”. Con estas palabras rezamos en la secuencia de Pentecostés. Si, en ocasiones, nos encontramos indiferentes y descuidados, inquietos, tristes e impacientes, suele ser por un vacío interior que solamente puede colmar el Espíritu Santo.
San Pablo nos enseña: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,5); también: “nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!", sino por el Espíritu Santo” (1 Cor 12,3); y, además, “si alguien no posee el Espíritu de Cristo, no es de Cristo” (Rom 8,9).
Hemos sido bautizados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El Espíritu Santo ha inspirado la Sagrada Escritura. La Virgen María concibió en su seno virginal “por obra y gracia del Espíritu Santo”. En el Símbolo Niceno-constantinopolitano, profesamos que el Espíritu Santo es “Señor y dador de vida”. Invocamos al Espíritu Santo para que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Lo hacemos orando al Padre: “te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que se conviertan para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, nuestro Señor” (Plegaria eucarística II).
El Espíritu Santo es el que “desde el comienzo de la Iglesia naciente, infundió el conocimiento de Dios en todos los pueblos y reunió la diversidad de lenguas en la confesión de una misma fe” (Prefacio de Pentecostés). El Espíritu Santo es quien hace a los santos perfectos en el amor. El Espíritu santificador despierta la fe en el corazón de los cristianos para que descubran la vocación que han recibido en el bautismo. El Espíritu derrama sus dones, otorga sus carismas, para el bien común.
El Espíritu Santo puede quedar en segundo plano en las catequesis, e incluso en las celebraciones, de la Confirmación. Aducimos razones pastorales para destacar gestos, testimonios, palabras, que, a veces, nos hacen olvidar el genuino protagonismo del Espíritu. Las catequesis específicas sobre el Espíritu Santo suelen ocupar un espacio reducido y un tiempo escaso.
El Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es el Consolador, el Defensor, el Espíritu de la verdad, el Paráclito, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. El mundo en el que vivimos es obra del Espíritu creador. Pentecostés no es solo el origen de la Iglesia; es, también, una fiesta de la creación.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca