Jesucristo resucitado (9-4-2023)
JESUCRISTO RESUCITADO
Jesucristo Resucitado mueve toda la historia desde la vida y hacia la vida; la atrae con un inédito poder vivificante. Mirando hacia atrás, contemplamos la historia como proceso de salvación. Recordamos con agradecimiento todas las maravillas que el Señor ha realizado: la creación, la elección, la alianza, la liberación de Egipto, la ley, los profetas, la inspiración de libros históricos, poéticos y sapienciales de la Sagrada Escritura, la vuelta del destierro, la encarnación, el anuncio de la llegada del Reino y la llamada a la conversión, la pasión y la muerte de Jesucristo. Y con la resurrección, todo adquiere un nuevo dinamismo. Todo queda radicalmente sanado y orientado hacia la meta.
Todo ha sido creado por Cristo y para Cristo y todo alcanza en Él su plenitud. Y de Él brota la nueva vida marcada por la presencia y el dinamismo del Espíritu Santo.
San Pablo nos advierte: “no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos” (Rm 5,15). Y también: “Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo. En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos” (Rm 5,17-18).
Todo brota del manantial de Jesucristo Resucitado, como un río creciente, como un torrente de aguas caudalosas: la efusión del Espíritu Santo; la inspiración de los libros del Nuevo Testamento; el impulso misionero de la Iglesia; la vida sacramental; el anuncio explícito de la persona, la obra, las palabras, los gestos y hasta los silencios de Jesús; el reconocimiento de la salvación en Cristo.
San Pedro proclama ante los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas de Jerusalén: “no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hch 4,12).
Y san Pablo escribe a los cristianos de Filipos: “Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2,9-11).
¡Feliz Pascua!
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca