Santiago Apóstol, Patrón de España (21-7-2024)

 
 SANTIAGO, APÓSTOL, PATRÓN DE ESPAÑA
 
Testigo, discípulo y apóstol
 
+ Vicente Jiménez Zamora
Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca
 
Durante el año litúrgico, la Iglesia celebra la fiesta de todos los Apóstoles. El día 25 de julio hacemos memoria de la vida y de la muerte del Apóstol Santiago, Patrón de España, nuestro Padre en la fe. 
Al acercarnos a Santiago tenemos la sensación de encontrarnos con un creyente, que quiere transmitirnos y contagiarnos una experiencia única. Santiago es aquel a quien Jesús llama “hijo del trueno” (por su carácter fuerte, por su fuego en las palabras y por su convicción en las acciones). Y ese era el núcleo profundo de su experiencia de creyente: sentirse querido por Jesús. Por eso junto con Pedro y Juan, Santiago estará como testigo en los momentos cruciales de gozo y de dolor. Solamente quien, como Santiago, oye la invitación a permanecer con Cristo y a compartir su vida, tendrá la posibilidad de convertirse en discípulo y apóstol.
Discípulo es el que sigue sal maestro; apóstol es quien apuesta su vida como testigo de la persona y mensaje de su maestro. El itinerario de Santiago fue el paso de discípulo a apóstol. 
Si Santiago significa etimológicamente “Dios protege” y en España lo tenemos por Patrón y Padre en la fe, debemos acudir a Él para que interceda por nosotros en esta nueva etapa de evangelización, a la que nos convoca el Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio). Pedimos también su intercesión para que nos ayude en la aplicación del nuevo Plan Diocesano de Pastoral 2024-2025.
El Papa Francisco, siguiendo la trayectoria del Papa Pablo VI, en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (El anuncio del Evangelio) nos exhorta a “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
Los testigos del Evangelio tenemos que ser como Santiago valientes y alegres. Debemos evangelizar con gozo y esperanza. El gozo, nos dice San Pablo, es fruto del Espíritu (cfr. Gál 5, 22). Una actitud del testigo, del discípulo y del apóstol ha de ser siempre la alegría (cfr. Fil 3, 1; 4, 4). La esperanza es el secreto de la vida cristiana y el hálito absolutamente necesario para la misión evangelizadora. El evangelizador, en cuanto portador de la Buena Nueva, movido por el Espíritu Santo, ha de ser testigo de alegría y de esperanza.
“Ojalá que el mundo actual – que busca a veces con angustia, a veces con esperanza – pueda recibir la Buena Nueva, no a través de  evangelizadores tristes y desalentados, impacientes y ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo” (EN, 80).
 
 
 
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