Ceolebración del Domingo, Día del Señor (28-7-2024)

CELEBRACIÓN DEL DOMINGO, DÍA DEL SEÑOR

+ Vicente Jiménez Zamora
Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca

     Día del Señor. El domingo es una de las primeras y más antiguas instituciones cristianas. Su origen está en la resurrección del Señor en el primer día de la semana judía. El precepto dominical de la participación en la Eucaristía y del descanso, que nos pide la Iglesia, favorece el cultivo de los fines religiosos, espirituales y humanos del domingo.
    Día del descanso. Santificar el domingo y los días de fiesta exige un esfuerzo común. A pesar de las presiones económicas, políticas y de la liberación de horarios comerciales, los poderes públicos deben asegurar a los ciudadanos un tiempo destinado al descanso. El hombre está hecho no sólo para trabajar, sino también para descansar.
     Día del hombre. El domingo es un verdadero servicio para el bienestar de la sociedad, porque es un signo de la resistencia a que el hombre sea totalmente acaparado por el mundo del trabajo. Por eso los cristianos, en los países de tradición cristiana, como España, reclamamos la protección estatal y de las instituciones públicas del domingo. Todos debemos colaborar en el “respiro” de la creación.
     Entre nosotros se va consolidando ampliamente la mentalidad y la práctica del “fin de semana”, entendido como tiempo semanal de reposo, vivido a veces lejos de la vivienda habitual, y caracterizado frecuentemente por la participación en actividades culturales, políticas, comerciales y deportivas, cuyo desarrollo coincide en general precisamente en el domingo y días festivos.
     Por desgracia, y hay que lamentarlo, cuando el domingo pierde su significado originario y se reduce a un puro “fin de semana”, sucede que el hombre queda encerrado en un horizonte tan estrecho que no le permite ya ver el “cielo”. Entonces, aunque vestido de fiesta, interiormente es incapaz de “hacer fiesta”.
     Día de la Eucaristía. El deber de santificar el domingo, sobre todo, con la participación en la Eucaristía y con un descanso lleno de alegría cristiana, de fraternidad y de vida de familia, se comprende bien si se valora adecuadamente el domingo en todas sus dimensiones. El tiempo ofrecido a Dios nunca es un tiempo perdido, sino más bien ganado para la humanización profunda de nuestras relaciones humanas y de nuestra vida. “La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que se llama con razón “día del Señor” o domingo. Así pues, en ese día los fieles deben reunirse para, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recordar la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los hizo nacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos ( cfr. 1 Pe 1,3).

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