La Sagrada Columna, Pilar de Aragón (13-10-2024)
LA SAGRADA COLUMNA,
PILAR DE ARAGÓN
+ Vicente Jiménez Zamora
Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca
Nos disponemos a celebrar un año la fiesta grande de Nuestra Señora del Pilar. El alma de los pueblos es su propia historia y la historia milenaria de Zaragoza y de Aragón está indisolublemente unida al Pilar, que es su esencia. La sagrada columna es el Pilar de Aragón. Nuestra Señora del Pilar es la Patrona de Zaragoza y de Aragón. La Santísima Virgen se apareció según la tradición al apóstol Santiago el Mayor en los comienzos de la predicación evangélica en nuestra tierra.
“Tenemos por guía una columna que no faltó delante de su pueblo jamás, ni de día ni de noche”. Esta es la inscripción que figura en el centro de la Plaza del Pilar, “salón de la ciudad”, y que explica a todos en el umbral del templo la realidad del sagrado Pilar, que se venera en la santa Capilla. Desde su columna o pilar se ha convertido en el signo visible de su presencia.
El oficio de lecturas en el día de la fiesta, en la segunda lectura, recoge este elogio de nuestra Señora del Pilar: “Según una piadosa y antigua tradición, ya desde los albores de su conversión, los primitivos cristianos levantaron una ermita en honor de la Virgen María a las orillas del Ebro, en la ciudad de Zaragoza. La primitiva y pequeña capilla, con el correr de los siglos, se ha convertido hoy en una basílica grandiosa que acoge, como centro vivo y permanente de peregrinaciones, a innumerables fieles que, desde todas las partes del mundo, vienen a rezar a la Virgen y a venerar su Pilar […] Abierta la basílica todo el día, jamás faltan fieles que llegan al Pilar en busca de reconciliación, gracia y diálogo con Dios”.
Desde tiempos antiguos ha sido invocada por el pueblo fiel cristiano como “amparo de nuestra fe”, “columna luminosa que guía y sostiene día y noche a su pueblo”. En la oración colecta de su fiesta pedimos “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”.
Esta herencia de fe mariana de tantas generaciones - decía el Papa san Juan Pablo II en su estancia en Zaragoza, 6 de noviembre de 1982 - ha de convertirse no sólo en recuerdo, sino en punto de partida hacia Dios. Las oraciones y sacrificios ofrecidos, el latir vital de un pueblo, que expresa ante María sus seculares gozos, tristezas y esperanzas, son piedras nuevas que elevan la dimensión sagrada de una fe mariana”.