Renovación de la fe (27-10-2024)

RENOVACIÓN DE LA FE

Conversión y misión

+ Vicente Jiménez Zamora
Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca

        En nuestros días, marcados por el secularismo, el relativismo moral y la indiferencia religiosa, tenemos que practicar más la pastoral de la fe. Una fe que sea conversión a Dios, seguimiento de Jesucristo; una fe que actúa por la caridad y cambia la vida entera del creyente, en la familia, en el trabajo, en el ocio, en la distribución del tiempo y en el uso de los bienes de este mundo.
        No podemos contentarnos con una pastoral de signo defensivo y restauracionista. No podemos resignarnos a seguir perdiendo terreno en la fe y en la vida cristiana de las personas, de las familias, de la sociedad, en los pueblos, en las ciudades, en los barrios. Es verdad que no es posible detener de repente la marcha de los acontecimientos sociales y de los movimientos culturales. Tampoco podemos intentar retener a la gente dentro de la Iglesia a la fuerza. Pero sí tenemos que reaccionar de alguna manera. No podemos cerrarnos sobre nosotros mismos. Hemos de ser una Iglesia de puertas abiertas: acogedora, comunitaria y sencilla.
        Ahora bien, el tesoro de la fe lo llevamos en vasijas de barro (cfr. 2 Cor 4, 7). Nuestra Iglesia tiene que prepararse para vivir tiempos de inclemencia, de adversidad y hasta de persecución. No importa que llegue a ser más débil en poder de este mundo. Dios ha escogido a lo débil de este mundo para confundir a los que se creen fuertes y para iluminar y salvar a los que buscan la verdad con humildad y sinceridad (cfr. 1 Cor 1, 27). Tenemos un tesoro que ofrecer: Jesucristo, tenemos su verdad que ilumina los corazones y ha vencido con la fuerza de su amor a los poderes de este mundo, tenemos el secreto de la verdadera humanidad. No tengamos miedo a ser pocos. Pongamos nuestra confianza en la autenticidad más que en el número. Vivamos de verdad como “ciudadanos del cielo”, seamos de verdad testigos del amor de Dios, confiemos en la fuerza permanente del Sermón de la Montaña. Lo demás vendrá por añadidura.
        La Iglesia de mañana, aunque sea menos numerosa, no podrá ser una Iglesia miedosa, cerrada sobre sí misma, en retirada y a la defensiva, con ribetes de sectarismo, sino que tendrá que ser una Iglesia abierta, comunitaria, sencilla, segura del valor de su mensaje, sostenida y fortalecida por la confianza en el poder del Señor resucitado y la acción del Espíritu Santo, capaz de acoger y de mostrar las grandezas de la bondad de Dios a cuantos se acerquen a ella.

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