El evangelio de la alegría en el tiempo pascual (20-4-2025)

EL EVANGELIO DE LA ALEGRÍA  EN EL TIEMPO PASCUAL

 + Vicente Jiménez Zamora

Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca

 

            ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! Esta es la feliz noticia que resuena durante todo el tiempo de Pascua. La Resurrección de Cristo es el acontecimiento central de la historia de la humanidad. La celebración de la Pascua de Resurrección se continúa durante el tiempo pascual. Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se celebran con alegría desbordante. Como un solo día festivo, más aún, como ‘el gran domingo’, como afirma San Atanasio.

            La reforma del año litúrgico del Concilio Vaticano II ha tenido el acierto de restituir a este tiempo pascual su carácter unitario. La cincuentena pascual ha vuelto otra vez a ser el tiempo simbólico y real que recuerda a Cristo Resucitado presente en su Iglesia, a la que hace donación de la promesa del Padre, el Espíritu Santo (cfr. Lc 24, 49; Hc 1, 4; 2, 32-33). Por eso el tiempo pascual es el tiempo del Espíritu Santo, que ha brotado del costado de Cristo muerto en la cruz (cfr. Jn 19, 30.34; SC 5); y por ello es también el tiempo modélico y emblemático de la Iglesia (cfr. Jn 20, 22; Hc 2, 33).

            Pascua es una invitación honda y serena a la alegría cristiana. Es la alegría de la victoria definitiva de Cristo sobre el pecado y la muerte, la alegría de la reconciliación del mundo con el Padre y la unidad del género humano, la alegría de la nueva creación por el Espíritu.

            El signo de una existencia cristiana es la verdadera alegría. Y no se trata de ser individualmente alegres. Se trata también de formar comunidades pascuales, que vivan e irradien diariamente la alegría. El mejor testimonio de la comunidad cristiana primitiva -unida en la Palabra, la Eucaristía y el servicio- era “la alegría y sencillez de corazón” (Hc 2, 47).

            Hoy nos hace falta recuperar la alegría de la Pascua. Porque el peor signo de la descomposición de una comunidad es la tristeza y el miedo. Nos hace bien meditar sobre la alegría. En el fondo es meditar sobre la esencia de nuestro cristianismo: el amor del Padre, la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, la comunión del Espíritu Santo, la serenidad de la oración, la presencia maternal de la Virgen Nuestra Señora.

            El Papa Francisco nos invita a vivir y anunciar la alegría del Evangelio en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús […] Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1).

            En la alegría de la novedad pascual encontramos a la Virgen María, “causa de nuestra alegría”. Por eso en el tiempo pascual cantamos la antífona Regina coeli laetare. Alleluya. Reina del cielo, alégrate. Aleluya.

           

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