Corpus Christi (26-6-2011).
CORPUS CHRISTI
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
La Eucaristía no es sólo memoria, es un “memorial” porque actualiza el acontecimiento en el que la humanidad ha sido redimida: la muerte redentora del Señor. La Eucaristía es memoria y presencia a la vez, y presencia real, no sólo intencional; hace a la persona de Cristo realmente presente, aunque esté oculta bajo los signos del pan y del vino. El acontecimiento pasado de la entrega de Cristo se hace presente, queda actualizado, y nos impulsa hacia el futuro con esperanza.
El memorial eucarístico no pertenece sólo al recuerdo. Al contrario: nos proyecta hacia delante. Después de la consagración, el pueblo aclama: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven Señor Jesús!”. Una antífona atribuida a Santo Tomás de Aquino (“O sacrum convivium”) define la Eucaristía como el sagrado convite en el que “se recibe a Cristo, se celebra la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura”.
Escribe el Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica “Sacramentum caritatis”: “la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor "más grande", aquel que impulsa a "dar la vida por los propios amigos" (cf. Jn 15,13). (…) ¡Qué emoción debió embargar el corazón de los Apóstoles ante los gestos y palabras del Señor durante aquella Cena! ¡Qué admiración ha de suscitar también en nuestro corazón el Misterio eucarístico!” (SCa 1).
Y en el nº 2: “en este Sacramento el Señor se hace comida para el hombre hambriento de verdad y libertad. Puesto que sólo la verdad nos hace auténticamente libres (cf. Jn 8,36), Cristo se convierte para nosotros en alimento de la Verdad. (…) Por eso, el Señor Jesús, "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6), se dirige al corazón anhelante del hombre, que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira por la fuente de la vida, al corazón que mendiga la Verdad” (SCa 2).
También afirma Benedicto XVI: “la verdadera alegría está en reconocer que el Señor se queda entre nosotros, compañero fiel de nuestro camino. La Eucaristía nos hace descubrir que Cristo muerto y resucitado, se hace contemporáneo nuestro” (SCa 96).
Recordamos, finalmente, unas palabras de San Juan Crisóstomo: “¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo encuentres desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: "esto es mi cuerpo", y con su palabra llevó a realidad lo que decía, afirmó también: "Tuve hambre y no me disteis de comer", y más adelante: "Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos, a mí en persona lo dejasteis de hacer" [...]. ¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo” (Homilías sobre el Evangelio de Mateo, 50, 3-4).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Huesca y de Jaca.