Con gratitud (31-7-2011)
CON GRATITUD
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
El ritmo veraniego impone una pausa a la comunicación semanal a través de estas páginas, que son consecuencia de la entrega y el esfuerzo de quienes llevan adelante una labor importante, discreta, firme, continua y eficaz.
Recoger las noticias, recibir y solicitar datos, calcular el espacio dedicado a cada cuestión, discernir con criterios objetivos lo que resulta urgente, lo que es necesario publicar y lo que puede esperar hasta otra nueva ocasión requiere serenidad, equilibrio y espíritu de comunión.
Esta tarea, realizada semana tras semana, de modo inexorable, sin pausas, es digna de nuestro más profundo agradecimiento.
No podemos olvidar que también hay muchas personas que colaboran en la distribución y difusión de las páginas que tenéis entre vuestras manos. Lo hacen desde un compromiso que brota de una actitud de servicio.
Antes de despedirnos, quiero invitaros a orar especialmente durante estas semanas por el Seminario, que en el mes de septiembre inaugurará unas nuevas instalaciones en Huesca. Se ha realizado una labor de renovación del monasterio de las Capuchinas.
Los seminaristas merecen la mejor formación posible. Ello requiere que todos apoyemos un proyecto que necesita nuestra imprescindible colaboración.
En primer lugar, colaboración a través de la oración, para que el Señor guíe y aliente a los seminaristas, a los formadores y a los profesores en el proceso de acompañamiento y discernimiento vocacional.
En segundo lugar, colaboración en la difusión de la llamada vocacional. El Señor sigue llamando y es necesario que surjan respuestas generosas en los jóvenes corazones. El Señor tiene un proyecto de servicio incondicional que merece ser valorado y asimilado.
En tercer lugar, colaboración económica para el mantenimiento de una estructura evangelizadora en clave de esperanza. Un edificio renovado es un espacio donde habitan, estudian y conviven personas cuya formación necesita también recursos económicos.
En cuarto lugar, colaboración espiritual, a través del ánimo, de la sintonía y del afecto: “La vocación sacerdotal es un don de Dios, que constituye ciertamente un gran bien para quien es su primer destinatario. Pero es también un don para toda la Iglesia, un bien para su vida y misión. Por eso la Iglesia está llamada a custodiar este don, a estimarlo y amarlo. Ella es responsable del nacimiento y de la maduración de las vocaciones sacerdotales” (Pastores dabo vobis, 41).
La identidad profunda del Seminario es “ser, a su manera, una continuación en la Iglesia de la íntima comunidad apostólica formada en torno a Jesús, en la escucha de su Palabra, en camino hacia la experiencia de la Pascua, a la espera del don del Espíritu para la misión” (Pastores dabo vobis, 60).
Concluyo con las palabras finales de la Exhortación apostólica “Pastores dabo vobis” del beato Juan Pablo II: “Madre de Jesucristo, que estuviste con Él al comienzo de su vida y de su misión, lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre, lo acompañaste en la cruz, exhausto por el sacrificio único y eterno, y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: acoge desde el principio a los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación y acompaña a tus hijos en su vida y en su ministerio, oh Madre de los sacerdotes”.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, o bispo de Huesca y de Jaca.